El futuro del pasado
Sobre mirar lo que ya se hizo antes, la tradición y su metamorfosis, su influencia y presencia hoy en día. Es nuestro próximo Club de Lectura.
A pesar de lo que nos digan, los miles de libros que se publican en España cada año, no son “novedad”. No hay nada nuevo. Nadie escribe desde cero. Todo viene de algún lugar. Sin lo que se hizo antes, es imposible valorar lo que se hace ahora.
La tradición es un acervo que está en continua transformación. Tiene continuidad en el tiempo, puede ser plagiada, o manipulada. Quien escribe lo hace con la compañía de las obras que le precedieron, incluso aunque no las haya leído. La tradición se puede romper, como hizo Gertrude Stein e incluso, ignorar, pero sin duda está presente en cualquier proceso creativo.
Hay quienes reconocen su influencia, por ejemplo, Maurice Sendak siempre citaba a Beatrix Potter y a William Blake; Edward Gorey tenía su mundo en la tradición victoriana. En los tantos libros sobre pandillas que se publican hoy en día están presentes y son deudores libros como Los cinco. Incluso vemos catálogos como el de la editorial Media Vaca, que rinde homenaje a las vanguardias rusas. Selma Lagerlöf se inspira en los cuentos de animales de Rudyard Kipling para su Nils Holgersson, y Else Holmelund Minarik, que nació en Dinamarca, recuerda la lectura que su mamá le hacía de los cuentos de Andersen. También vemos esta línea descendente desde Pedro Melenas que pasa por Max y Moritz y llega hasta nuestros días con Lola se embala y otros cuentos terribles. Peter Sís siempre cuenta cómo el Orbis Pictus fue su lectura favorita en la infancia. Y no se puede negar que la obra de Margaret Atwood está impregnada por la fantasía de los cuentos de hadas. Por no hablar del fenómeno de Harry Potter y su habilidad para juntar en una misma historia diferentes tradiciones.
Ver cruces entre obras, influencias, reescrituras y modificaciones es uno de los trabajos de estudio más fascinantes y delicados. Cada cultura desarrolla su propia tradición, la exporta, llega a otros lugares donde se transforma. Pensemos en las adaptaciones que hicieron la pareja de Andrew y Leonora Lang de los cuentos de hadas en sus libros de colores que llegaron a miles de lectores: Borges habló de su “prosa encantadora”, y uno de los cuentos incluido en esas antologías fue la inspiración para El señor de los anillos. La lista es tan dilatada como lo es la historia de la literatura.
En muchas ocasiones se prefieren las copias (aunque sean burdas) a los originales: mirar el pasado es más complicado que quedarse en el presente y, en muchas ocasiones, el pasado es denostado, criticado, se quiere borrar del mapa. Incluso en autores como Leo Lionni cuyo primer libro Pequeño azul y pequeño amarillo supuso una enorme ruptura estética, los libros elegidos hoy en día son aquellos en los que el autor se autoplagia. Lo que fue innovador a veces se olvida, se gasta con el tiempo, deja de serlo por la llegada de nuevas obras que pretenden romper con el pasado y así, la historia de la literatura infantil es un juego de espejos donde aparecen escritas palabras como evocación, ruptura, canon, creatividad, imitación, plagio, interpretación o recreación.
Sobre todas estas cosas me gustaría hablar en el próximo club de lectura. He elegido diez libros que van desde el siglo XVII hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Cada mes analizaremos uno para ver de qué manera ese pasado ha tenido futuro y tiene (o no) un presente. Quizás el caso más evidente fue el primero, uno de los cuentos versionados, reescritos, adaptados y llevados al cine con grandes cambios como el de La Bella durmiente. Veremos obras como La princesa ligera, Los niños de las raíces y El señor Pez fuertemente anclados en sus propias tradiciones fantásticas y simbólicas. Max y Moritz nos hablará de la tradición antipedagógica; con El negrito Sambo veremos un ejemplo de apropiación que colisionará con reivindicaciones sociales. No podía dejar de incluir algunos cuentos de María Teresa León, cuya prosa y vanguardia rompieron con los pusilánimes cuentos del momento, pero no consiguieron crear una nueva tradición debido a la Guerra Civil y sus posteriores consecuencias. Y también, cómo no, las evocaciones europeas de Madeline, la innovación de los libros de Beatrix Potter o la llegada del colonizado rey Babar poco antes de que entraran en su país las tropas alemanas para colonizar a los franceses.
Creo que mirar el pasado con calma es un ejercicio interesante: descubrimos cosas que hoy nos parecen novedosas, podemos encontrar libros que quedaron atrás en nuestra cultura, pero están presentes en sus países de origen, sumergirnos en estéticas diferentes y en prosas que dicen mucho de su época, pero también de cómo era mirada la infancia y de qué manera cada obra se inscribe en un contexto social y político (sin que por ello sean sociales o políticas).
Espero que este club sea para los participantes algo así como lo que dijo Tristan Tzara en su Manifiesto Dada: «Me gusta una obra antigua por su novedad».
Te esperamos. Si ya estás suscrito, en quince días llega la primera carta con un montón de sugerencias de lectura.
Y, claro, una pregunta: ¿reconoces alguna influencia del pasado en libros de ahora? ¿Algún libro “de antes” que todavía lees hoy? ¿Algún ejemplo que quieras compartir? Gracias por tus comentarios.
Y gracias por leer esta carta.
¡Hasta el mes que viene! (o hasta el 15 de marzo quienes se apunten al club)
Qué necesaria esta entrada y qué deliciosa su lectura.
Un buen recreo en la mañana de viernes.
Gracias
Aunque existen muchas referencias al pasado una de las autoras que más se nutren de la tradición y usa constantes referencias de otros libros es Kitty Crowther, por ejemplo en su libro El niño raiz. Me encanta esta autora y también esta propuesta.