Edward Gorey: un victoriano en América
1 Intro
Cuando comencé a preparar este artículo fui a una biblioteca pública a buscar las antologías que recopilaban su obra. Amphigorey, Amphigorey además, Amphigorey también y Amphigorey de nuevo (todas publicadas por la editorial Valdemar). En esta sencilla experiencia comprendí la complejidad de la obra de Gorey. Un volumen estaba clasificado en la sección Infantil, otro en narrativa de adultos y un tercero en la sección de inglés. El cuarto no llegó nunca a la colección. Pero seguro que lo hubieran colocado en cómic. La dificultad de etiquetar a Edward Gorey es una de las constantes de su vida, que él mismo alimentó con su actitud y escaso interés en promocionarse.
Dueño de una imagen extravagante, durante el tiempo que vivió en Nueva York era fácil ver su gran altura con un abrigo de piel hasta los pies, un gorro de mapache, unos pantalones tobilleros y playeras que, junto a su poblada barba y su tranquilo caminar alejado de las prisas de la ciudad, le convertían casi en una atracción. Sus dedos repletos de grandes anillos y su estilo fue definido por un periodista del New Yorker como “una mezcla de beatnik aficionado a tocar los bongos y dandi de fin de siglo”. Una vez, acosado por las preguntas de una periodista, confesó que sí, que se sentía una persona diferente: “Bueno, francamente, vivir solo y con seis gatos, es excéntrico”
2 Infancia
Edward Gorey nació en 1925 en Chicago. Cuando se le pregunta por su infancia parece inútil saber si fue fácil o difícil. Según sus comentarios aprendió a leer por sí mismo a los tres años y medio, y con siete ya estaba leyendo Alicia en el país de las maravillas y Drácula (“me daba un miedo de muerte”). La pérdida de inocencia parece haberle llegado antes de tiempo que al resto de los niños. Con siete años empezó Frankenstein y, según confesó, le pareció muy aburrido “no se me ocurrió que pudiera saltarme nada”. Con ocho años leyó a Victor Hugo. Evocando su infancia dice: “una de las carencias más importantes de mi vida fue que nunca aprendí a hacer papel-maché, y ahora es demasiado tarde”. Pero esto no sabemos si lo dijo en serio o estaba tratando de divertirse con una de las aburridas entrevistas que le hacían periodistas interesados únicamente en escarbar en un supuesto pasado traumático que justificara su gusto por lo macabro. Recuerda sin embargo una gran cantidad de mudanzas, saltos en los grados de la escuela primaria, y cinco cambios en la escuela secundaria. “Nunca entendí esto. Odiaba moverme y siempre estábamos haciéndolo. A veces nos mudábamos justo a otro apartamento al lado de nuestro bloque. Todo era muy extraño”.
La mayoría de su tiempo lo pasó leyendo, jugando al Monopoly, o viendo películas, aficiones que le acompañarían durante toda su vida. Parecía estar obsesionado por las películas de criminales y películas de horror, pero también “me encantó El jardín secreto y los libros de A.A. Milne”
Sus padres eran adictos a las novelas de misterio y unos cuantos cientos de esos libros pasaron por sus manos. “Agatha Christie es todavía mi favorita”. A ella le dedicó el libro The Audrew Legacy que es como un compendio abreviado de todo lo que pasa en una novela policíaca.
Cuando Gorey tenía once años sus padres se separaron y se volvieron a casar cuando tuvo veintisiete. El primer dibujo que realizó Gorey, con un año y medio fue cuidadosamente guardado durante años por su mamá. En él, se ven una especie de salchichas con ventanas: lo que dibujó eran los trenes que veía pasar en la casa de sus abuelos. Su abuela mantuvo a su familia con los dibujos de postales que hizo durante años. Es el único antepasado que se conoce con inquietudes artísticas.
Por lo demás, la vida de Gorey no tiene momentos destacados: el servicio militar entre 1944 1946, estudios en Harvard donde eligió literatura francesa e hizo trabajitos esporádicos. Sus compañeros de estudios lo recuerdan como una persona singular. La escritora e investigadora de literatura infantil Alison Lurie dijo que “parecía una curiosidad victoriana” refiriéndose a su singular forma de vestir y a su intención de preservar un aire de misterio en torno a él.
Autorretrato en The Listing attic (1954)
A principios de los cincuenta colaboró haciendo posters, escritos y un poco de dirección con la Boston Shakespeare Company, ciudad en la que trabajará a tiempo parcial en una librería. Por las tardes escribirá los limeriks del que será su segundo libro El desván del listado. Gorey dijo que le hubiera gustado tener su propia librería hasta que trabajó tres años en una; y bibliotecario “hasta que conocí a un par de locos”. Como editor, no tenía fondos y tuvo que esperar unos años para fundar su propia editorial Fantod Press. “No había nadie interesado en mis propuestas, así que dije: al diablo con todo y las publiqué bajo mi propio sello, Fantod Press. Yo mismo hice todo el trabajo, los dibujos, el texto, la tipografía, el diseño y las cubiertas. La mayoría fueron tiradas de 200 ejemplares”. Hoy en día algunos de estos diminutos libros se pueden encontrar en librerías de segunda mano a más de 4000 dólares.
Las ediciones de Fantod Press
3.Nueva York
En las navidades de 1952 visita Nueva York y algunos amigos le consiguen un trabajo en la editorial Doubleday, en el departamento de diseño donde estará siete años. Descubre allí su talento para el blanco y negro y sus cubiertas son rápidamente apreciadas por sus originales ilustraciones y sus rótulos caligrafiados. En esta editorial su trabajo era eficaz y rápido, no como el ambiente general de la editorial, desordenado y despistado “hasta la locura” como a él le gusta recordar.
Cubiertas de Gorey para Dobubleday
Por las noches comienza a realizar sus libros de pequeño formato.
La creación de su primer libro, El arpa encordada, es un laborioso trabajo similar al que hacen los artesanos. Como alguien de una época olvidada, Gorey disfruta de su soledad para fabricar una pieza única y singular. Concibe el texto, la ilustración, diseña el libro y le da un tamaño pequeño, acorde con su fino trabajo. Esta labor, como la estudia Richard Sennet en su interesante trabajo sobre los artesanos, encaja perfectamente con su estilo de hombre del pasado, ligeramente apartado del mundo, creador de un mundo nuevo, no exento de romanticismo. Sus dos primeros libros fueron publicados por una pequeña editorial que ni tenía mucho dinero ni prestó mucha atención a estos libritos. “Grandes montones de estos libros -recuerda en una entrevista- se vendieron años después en la calle 42 por 19 centavos”. Una locura para sus fans que ahora llegan a pagar cientos (cuando no miles) de dólares por las ediciones originales.
Durante algunos años alterna su vida en Nueva York con una casa en Cape Cod donde se va instalando progresivamente desde 1963. Nueva York es el centro de la actividad, su trabajo, sus amigos y, lo más importante, el ballet, pero también es un espacio de distracción. “En Nueva York el problema es que, si salgo por la puerta, el día se va rápido”. El día que se dio cuenta de que mirando por la ventana de un restaurante griego “veía pasar más gente por esta ventana que la que Jane Austen vio en toda su vida” tomó la decisión de irse a vivir por completo a Cape Cod.
4.El ballet
Uno de los grandes imanes -si no el principal- para permanecer en la ciudad era el New York City Ballet. “Prácticamente mi vida está organizada alrededor del Ballet. Dejo Nueva York para trabajar en Cape Cod el día después que cierran la temporada y regreso el día antes de que se abra”. La primera vez que vio un ballet fue cuando tenía doce o trece años. Lo que más le fascinó fueron los decorados, la puesta en escena y los trajes. Cinco años después de instalarse en Nueva York se suscribió durante 23 años ininterrumpidamente desde 1956 hasta 1979, hasta su retiro en Cape Cod, a la temporada. En muchas entrevistas le preguntan irónicamente si también se “tragaba” el tedioso Cascanueces. Y si, siempre lo veía.
De cada obra de teatro Gorey aprovecha algo para reflejar en sus libros. Adoraba el trabajo del coreógrafo y director ruso George Balanchine tanto que, cuando éste muere en 1983, abandona definitivamente Nueva York. En sus libros aparecen siempre estilizados personajes que parecen bailarines, sus piernas, su torso, las manos, incluso la posición, nos recuerdan los gestos de estos entrenados cuerpos capaces de reflejar languidez y fuerza al mismo tiempo. Sus ilustraciones son como pequeñas coreografías realizadas para ser representadas.
Buena parte de su trabajo fue para carteles, decorados, invitaciones y otros elementos relacionados con el ballet. Uno de sus libros, Lavender Leotard está integramente dedicado a este arte y puede leerse como un compendio de posturas y trabajos de ballet.
En 1977 crearía los vestuarios y la escenografía de Drácula, uno de los trabajos que más le dio a conocer. Se llegó a conocer como el “Drácula de Gorey” y ganó el Premio Tony -que, por cierto, no fue a recoger.
5.Sus influencias
Gorey era una singular mezcla de erudito y amante de lo popular. Su escritora favorita por encima de todos era Jane Austen (“mi ídolo”). Conocía de memoria Alicia en el país de las maravillas y los escritos de Edward Lear. Su inspiración provenía de épocas victorianas y eduardianas, pero sus ilustraciones tienen también toques de los años veinte del siglo pasado.
Otro de sus libros favoritos era el de la escritora japonesa Lady Murasaki, Los cuentos de Genji. De este libro, y de la cultura japonesa, de quien se declaraba gran admirador heredó la sutilidad y la ligereza en sus composiciones, así como un cierto hieratismo en los rostros de sus personajes. Sus numerosos gatos, además, tenían nombres provenientes de esta novela.
Fascinado por la ilustración del siglo XIX, los grabados en acero y madera dejan notar su influencia en las composiciones, hechas en blanco y negro con muchos detalles como si fueran a imprimirse en un bloque.
Sus pintores favoritos: Paolo Uccello, Piero de la Francesca, Georges de la Tour, Vermeer, Balthus y Francis Bacon.
Su veta popular provenía de su gusto por leer sobre crímenes de verdad y las historias de detectives. Sobre los crímenes, prefería por su autenticidad, los británicos. “Es muy interesante leer sobre gente que tiene casas bonitas y un montón de pasta pero hace cosas horribles”. Los crímenes ingleses “son los mejores”. Las novelas policíacas baratas se acumulaban en su casa y no tenía ningún pudor en recomendar series televisivas como Las Chicas de Oro o Expediente X.
El cuarto de la "tele", tomado de Elefant House
La combinación de temas populares con un refinado sentido artístico dio pie a obras creativas muy singulares donde las tragedias eran un momento más en una serie de acontecimientos que el lector mira subyugado con una ilustración minimalista y penetrante. La belleza clásica que emana de sus composiciones, ese mundo ordenado, contrasta con lo macabro de ciertas situaciones cuyos detalles, por cierto, deja para la imaginación de los lectores.
6.Su estilo de vida
Aunque pudiera parecer que conocer a una persona no nos da más información sobre su obra, en el caso de Gorey resulta fascinante tener en cuenta algunos aspectos de su personalidad.
A pesar de su apariencia, Gorey no era en absoluto un snob. Sus viejos vaqueros, su reclusión voluntaria, su poco afán de notoriedad y escasa ambición lo convirtieron en todo un personaje. Acostumbraba a no contestar el teléfono a partir de cierta hora (sus amigos tenían un sistema de llamada x timbres-corte-vuelta a llamar que funcionaba perfectamente), y los periodistas y admiradores se las veían y deseaban para conseguir unas palabras de él o para implicarle en un proyecto. Cuando por fín alguien le alcanzaba para preguntarle por qué odiaba tanto a los niños solía tener contestaciones tan geniales como: “la verdad es que no conozco a ninguno”. En una ocasión una jovencita muy guapa, según recuerda Theroux -quien ha escrito uno de los libros más entrañables sobre Gorey, basado en años de amistad- le abordó para decirle que le encantaban sus libros y que él había cambiado su vida. No sin algo de ironía, le contestó: “Oh, lo siento mucho. Espero que me puedas disculpar”.
A pesar de ser un gran anglófilo muy fijado en un período británico como el eduardiano, prácticamente nunca viajó. Una sola vez estuvo en Escocia, en 1975, siguiendo el rastro del escenario de una película. Por supuesto no vio a ningún monstruo de ningún lago aunque le hubiera gustado, y fue un único y breve viaje en toda su vida. “No estoy interesado en los sitios desde un punto de vista cultural, gracias”.
Su recluimiento, que Theroux califica de fracaso, nunca fue tal verdaderamente: salía a almorzar todos los días al mismo restaurante, visitaba los mercadillos de los pueblos de alrededor en su viejo “Golf” para comprar compulsivamente las piezas que gustaba coleccionar, y tenía buenas relaciones con los vecinos. Nada de un personaje morboso como a muchos les gustaba calificar.
Detalle de su mesa de trabajo, Elephant House
Hay un aspecto en su vida muy impactante: toda su vida vivió solo. No se le conoce ninguna pareja, ni ninguna relación. Disfrutaba de su soledad y sus rutinas. Era un tema muy habitual en las entrevistas que le realizaban. “Nunca estuve implicado emocionalmente con nadie” solía responder. Cuando un periodista rudamente le preguntó si era homosexual, respondió que sentía una especie de asexualidad con la que se sentía muy cómodo y que, ante todo, y antes que nada, era una persona.
Su casa residencial en Cape Cod es también un reflejo de su vida. Llamada Elephant House era un gran recipiente para sus numerosas colecciones.
Gorey disfrutaba yendo a mercadillos populares y ventas de garage para comprar sus cositas. Coleccionaba de todo. Trozos de hierro, muñecas, máscaras, pinturas, cedés, piezas de claraboyas, objetos de decoración (trozos de lámparas, barras de cortinas, jarrones), libros, muchos libros, pero también miniaturas y antigüedades japonesas como okimono. Calaveras. Arte africano: telas, máscaras. Theroux recuerda haber visto en su desván bolsas y bolsas llenas de telas: sedas de Tailandia, retales provenzales, batik... de todo. También tenía una curiosa colección de fotos decimonónicas de niños muertos (“siempre me dicen que no lo mencione”).
Sus seis gatos rondaban por cualquier parte, incluida su mesa de trabajo. Un periodista que fue a hacerle una entrevista a su casa comentaba haber visto muchas cajas de mudanza en una de las habitaciones como si se acabara de trasladar o lo estuviera haciendo pero Gorey le aseguró que estaban ahí desde hacía diez años.
La hermosa casa de Cape Cod fue fotografiada después de su muerte por Kevin McDermott y editado el libro Elephant House or, The Home of Edward Gorey. Los suelos de madera, la clásica estructura, los robustos muebles, sus colecciones de cosas, la luz y el desorden...
7.Sus libros
Que Gorey era un hombre de otro tiempo, no lo duda nadie. Sus primeros trabajos en la editorial Doubleday resultan exquisitos y con un cierto aire a antiguo. Poco a poco recibe encargos de ilustrar libros para niños. A principios de los años 70 del siglo pasado ilustra libros como recopilaciones de cuentos populares, pero también colaboraciones como la que hace con Peter Neumeyer para el libro Why We Have Day and Night.
O las que realiza con Florence Parry Heide y su Tristán encoge donde ya se pueden ver sus formas, detalles y gusto por lo pequeño y una composición clásica.
Sin embargo será en sus trabajos propios donde de rienda suelta a su creatividad y fantasía. La influencia de Edward Lear y sus limeriks, así como el nonsense de Lewis Carrol se advierte en obras como El desván listado donde respeta las normas del género, como por ejemplo los comienzos (There was a young lady named Rose...). Como indica César Aira, “el sinsentido en literatura se construye relajando toda relación de necesidad entre las partes del discurso (…), el nonsense como género literario pone en primer plano este mecanismo, hace de él su razón de ser”.
Haber encontrado un formato ya inventado le dio la oportunidad de enriquecerlo, por ejemplo, con los minuciosos decorados donde se observa un fino gusto por los objetos y las artes aplicadas. El libro La niña desdichada es uno de los favoritos de personas que se dedican a la moda por ser una obra de arte por la cantidad y variedad de exóticos papeles pintados de la época que aparecen.
Gorey utiliza el sinsentido de manera muy libre, jugando con la asociación de ideas y estrujando el lenguaje para convertirlo en una poesía donde el sonido se adelanta al sentido. Por este motivo es tan difícil traducir sus libros, empresa que algunos abandonan antes de comenzar, como indica en el prólogo de Amphigorey Oscar Manés, el traductor. Él prefiere dejar la literalidad y olvidar la rima, lo que convierte los textos de Gorey en meros párrafos con sentido pero sin ninguna gracia. Muy diferentes son las traducciones que está llevando a cabo la editorial El Zorro Rojo con Marcial Souto, cuyo trabajo es impecable y refleja tanto el ritmo como la rima como el sinsentido de sus libros.
Aquí hay un pequeño ejemplo de ambos trabajos:
Original: The Doubtful Guest
When tey answered the bell on that wild winter night,
There was no one expected -and no on in sight.
Traducción Oscar Manés (Valdemar):
Cuando respondieron a la campana aquella desapacible noche de invierno,
no esperaban a nadie... y nadie había a la vista
Traducción de Marcial Souto (El Zorro Rojo):
Al sonar el timbre aquella noche de invierno furiosa,
a nadie esperaban y en la puerta no había ninguna cosa.
El gusto de Gorey por las palabras, por el juego y el sinsentido se encuentra en casi todos sus libros, donde también se observa una influencia de los surrealistas y los dadaístas, como en el libro The object-lesson donde el absurdo y la libre asociación de ideas aparecen en cada página como si de un ejercicio de escritura automática se tratara.
No importan las relaciones causa-efecto, Gorey declaró muchas veces que no creía en ellas, lo que le permite comenzar sus historias en un punto y llevarlo a través de cualquier lugar: niños atados a cometas por sus niñeras, bailarinas con vidas deprimentes, huérfanos trastornados, calcetines abandonados, o diablos que atacan mujeres sencillas. Al no haber una causa en la mayoría de las acciones el efecto es el azar.
Podemos ver un bebé lanzado de forma elegante por los aires antes de caer en una charca, tragedias exageradas, el humor como válvula de escape, y, sobre todo, la ambigüedad, lo sugerido más que lo dicho.
Un ejemplo de esto último es el libro El curioso sofá donde una mujer conoce cosas que nunca antes había probado y se detallan varias aventuras en compañía de otras personas. El subtítulo, una obra pornográfica, alude a situaciones que nunca se muestran explícitamente en la ilustración y deja al gusto del lector la interpretación que prefiera. Después de publicarlo mucha gente le llamaba para preguntar si podía ilustrar libros pornográficos y él contestaba: “Pero realmente ¿has leído mi libro?”. Los hombres no se distinguen de las mujeres, los nombres son ambiguos, todo está detrás de algo... si él daba una interpretación de este libro era el de “una chica que tiene una obsesión por las uvas más que por cualquier otra cosa”.
El humor, la sorpresa, la exageración, la inversión, el trueque de niveles y la anécdota son presentados de manera magistral en estos formatos breves que son las cuatro líneas (a veces dos, a veces una y a veces ninguna) que acompañan a las ilustraciones. Después de leer algunos de sus libros nos queda un gusto extraño o, incluso nos nace un gusto por lo extraño. Es todo instantáneo, una especie de emergencia que justifica lo que ocurre. Lo que parece decirnos Gorey es que la vida es complicada, azarosa y accidentada. “Uso mucho a los niños porque son tan vulnerables”, solía decir.
Sobre este punto sorprende ver a niños protagonistas en medio de terribles calamidades y en situaciones incluso crueles provocadas por los propios infantes, como en el texto Los pequeños macabros. Gorey recuerda que, con doce años, leyó el libro de Richard Hughes, Huracán en Jamaica, y le impactó que los niños rescatados por piratas de un huracán fueran responsables de colgarlos posteriormente. “Eso mató en mí el mito de la inocencia de los niños. Fue el tipo de libro que nunca olvidas”.
El libro La pareja abominable (1977) se basa en el famoso caso de una pareja asesina en Yorkshire, Inglaterra, que mató de forma cruel a varios niños. Muchos libreros devolvieron el libro cuando lo recibieron. A Gorey nunca le importaron los finales felices, es más, solo uno de sus libros -que escribió exclusivamente para niños, el El Wuggly Ump (1963)- tiene un final feliz. Pero no hay humanos en este libro. Por cierto que su editor del momento se negó a publicarlo en una colección para niños pues toda su obra estaba apareciendo aparte.
Tal vez este hecho, no publicar regularmente en colecciones de libros para niños, le alejó de su público verdadero. Mientras en aquellos momentos los libros para niños gozaban de cuatro colores, tamaños grandes (comenzaban los álbumes) y una intención de dirigirse en temas y gustos a los niños, los libritos de Gorey desentonaban claramente: su tamaño mínimo, su desinterés por el color, el clima creado por su tipografía manual, la puesta en escena tan teatral, recargados con mucho negro...parecen libros del siglo pasado. Como si fueran fotografías de época con texturas granuladas y tonalidades de grabados de la época, antes de que la fotografía desplazara al dibujante como proveedor de imágenes.
8.Su legado
El 13 de abril del año 2000 un amigo fontanero que arreglaba algo en casa de Gorey le dijo “Bueno, Ted, eso van a ser veinte dólares que me debes”. Gorey se desplomó sobre el sofá e inclinó la cabeza. El amigo pensó que se trataba de una de sus bromas pero no, Gorey falleció en ese momento.
Las noticias de los periódicos después de su muerte hicieron mucho énfasis en un personaje de gustos macabros y melancólico, además de sospechoso por vivir solo tantos años. Sus amigos tuvieron que desmentir repetidamente que era un hombre jovial, encantador y buen amigo.
De la misma manera que se interpretó a su persona de manera libre, sus libros también fueron recordados como obras de culto. El reconocimiento público del cineasta Tim Burton en su trabajo, así como otros desviaron la atención de los especialistas en libros para niños. Es cierto que Gorey nunca supo si sus destinatarios eran los niños, aunque en las entrevistas recuerda recibir con regularidad cartas de niños que le decían lo mucho que les había gustado sus libros.
“Es difícil saber lo que los niños reciben de los libros”. Su obra minoritaria y difícil de conseguir parece que no llegó a los más pequeños.
Ahora bien, ¿podemos preguntarnos si Gorey debería entrar en la historia de la literatura infantil con pleno derecho? Personalmente creo que sí. No solo ilustró muchos libros para niños de otros escritores, como por ejemplo, Edward Lear, o Hilaire Belloc, sino que siempre mostró su admiración e influencia por ellos. Lear, Carroll y otros escritores de la época le brindaron una conexión con cierta tradición de libros para niños que Gorey rescató y, de alguna manera, renovó.
La mezcla de elementos del nonsense con una moderna tendencia de ilustrar y contar, lo sitúa en un punto de renovación del género.
La presencia de lo violento y lo siniestro, además, ha estado muy presente en los libros para niños desde la época de los hermanos Grimm, pero más que todo eso, Gorey se emparenta con las historias de niños malos como Struwelpeter de Hofmann, o Max y Moritz de W. Busch donde las consecuencias de determinados actos son tan grotescas y exageradas que resultan hilarantes. La idea de la infancia como paraíso es algo que Gorey descarta. A los niños les pasan cosas: se caen, tropiezan, chocan, son víctimas de la maldad de otros niños y de los adultos, la violencia y el peligro están muy presentes y esto nos lo recuerda en muchos de sus libros y, sobre todo, en Los pequeños macabros.
La niña desdichada, ¿no parece acaso una versión más de La cerillera de Andersen? Y El niño pío ¿no es una burla a los libritos de buena conducta que leyeron muchos niños? Por último, el viaje por un agujero de la protagonista de El undécimo episodio parece un gran homenaje a Alicia en el país de las maravillas.
Además Gorey disfrutó haciendo alfabetos, pop-up, libros en formato mini como los de Beatrix Potter o, en su propia vida, coleccionando juguetes. No solo estaba en contacto con una tradición de literatura infantil, sino también con su propia infancia y sus gustos como niño.
Creador total y renovador de un género, la obra de Gorey se reedita en la actualidad para fortuna de los nuevos lectores. Es hora de conectar libros de antes con lectores de hoy, estéticas diferentes y una forma de concebir las lecturas infantiles absolutamente original porque, como dijo Baudelaire, lo salvaje también es belleza.
Bibliografía en castellano
La editorial Valdemar tiene volúmenes de sus obras:
Amphigorey (Madrid: Valdemar, 2003)
Amphigorey además.17 obras ilustradas de Gorey (Madrid: Valdemar, 2005)
Amphigorey de nuevo. 24 obras ilustradas de Gorey (Madrid: Valdemar, 2009)
Amphigorey también. (Madrid: Valdemar, 2008)
La pareja abominable y otras historias macabras. (Madrid: Valdemar, 2006)
Nuevas ediciones en formatos originales está publicando Zorro Rojo
El curioso sofá (Barcelona, Libros del Zorro Rojo, 2012)
El huésped dudoso (Barcelona, Libros del Zorro Rojo, 2011)
El Wuggly Ump (Barcelona, Libros del Zorro Rojo, 2011)
El zoo absoluto (Barcelona, Libros del Zorro Rojo, 2011)
El ala oeste (Barcelona, Libros del Zorro Rojo, 2010)
Los pequeños macabros (Barcelona, Libros del Zorro Rojo, 2010)
La fábrica del vinagre (Barcelona, Libros del Zorro Rojo, 2010)
La bicicleta epipléjica (Barcelona, Libros del Zorro Rojo, 2010)
La niña desdichada (Barcelona, Libros del Zorro Rojo, 2010)
Bibliografía general
Aira, César: Edward Lear (Buenos Aires: Beatriz Viterbo Editora, 2004)
Antenen, Jean-Marie: Gorey es grande. (En: Fuera de Margen nr. 11, 2012)
McDermott, Kevin: Elephant House or, The Home of Edward Gorey (San Francisco, Pomegranate, 2003)
Ross, Clifford; Wilkin, Karen: The World of Edwqrd Gorey (New York: Harry N.Abrams, 1996)
Sennet, Richard: El artesano (Barcelona: Anagrama, 2009)
Shortsleeve, Kevin: Edward Gorey, Children´s Literature, and nonsense Verse (En: Children´s Literature Association Quarterly, vol. 27, Nr. 2, 2002)
Squilloni, Arianna: La enseñanza moral de Edward Gorey (En: CLIJ nr. 240, 2011)
Theroux, Alexander: The Strange Case of Edward Gorey (Seattle, Fantagraphics Books, 2011)
Wilkin, Karen (Edit.) Ascending Peculiarity. Edward Gorey on Edward Gorey. (New York: A Harvest Book, 2001)
Wilin, Kaen: Elegant Enigmas, the Art of Edward Gorey (San Francisco: Pomegranate, 2009)
Todas las citas de Edward Gorey han sido tomadas del libro: Wilkin, Karen: Ascending Peculiarity