Antes de nada: ¡una noticia!
El próximo 19 de diciembre a las 19:30 (hora española) tendremos un encuentro con las autoras del libro ¿Así es la muerte? 38 preguntas mortales de niñas y niños. Con Ellen Duthie y Anna Juan Cantavella estaremos conversando sobre el proceso de trabajo para este libro (¡un libro sobre la muerte que no es un cuento!) y otras cosas que tienen que ver con su nuevo proyecto/colección Wonder Ponder Lab a partir de las preguntas de niñas y niños. Creo que es el libro que estábamos esperando. Un libro de no ficción. Un libro que indaga en el imaginario infantil para devolverlo editado y con unas ilustraciones de Andrea Antinori que también colaboran con el texto.
Será una reunión por zoom en la que puedes participar a través del chat de zoom. El día 18 te mandaré un correo con el enlace para el acceso. Será solamente media hora.
Para este encuentro he escrito una guía de lectura que puedes encontrar aquí y donde te invitamos a dejarnos preguntas en la parte de comentarios.
Si no puedes estar presente, leeremos tu pregunta y la conversación estará disponible en la nueva sección de Podcast “Reportajes supersónicos”.
Bueno, creo que han sido varias las noticias…
Ahora, a la pregunta de esta carta…
En los años ochenta del siglo pasado tuvimos la oportunidad de acceder a los mejores libros publicados en todo el mundo. Editoriales como Lumen o Miñón tradujeron con todo lujo álbumes ilustrados. La colección Cuentos de la Torre y la Estrella de SM hizo lo mismo con autores europeos. También había ediciones de “bolsillo”, como Altea Benjamín y Austral Infantil pusieron en nuestras manos libros de Janosch, James Marshall, Rosemary Wells, David McKee (su No quiero el osito es uno de los mejores libros que leí en años), Tony Ross, Hans Traxler o Quentin Blake. Entonces no lo sabíamos, pero eran libros álbumes en formato «bonsai». Y qué decir de la monumental colección Veo Veo dirigida por Beatriz Ferro y María Elena Walsh que contribuyó con libros de alta calidad literaria.
Todo eso, pasó. Las editoriales cerraron las colecciones (todavía salivo cuando veo sus libros en una biblioteca), los libros dejaron de tener derechos en España y algunos se han ido reeditando, en formatos grandes y más acordes con los nuevos tiempos donde los autores contemporáneos también tienen el derecho de existir.
Por eso me alegro cuando veo algunas ediciones nuevas de aquellos libros “viejos”. Nos cuentan muchas cosas todavía hoy y me parece fundamental incorporarlos a nuestras lecturas como mediadores para poder hacerlas llegar a las nuevas generaciones.
¿Y por qué deberíamos leer estos libros?
1. Porque tienen una irreverencia que no vemos hoy.
Los cuentos de Florence Parry Heide: Cuentos para niños perfectos ilustrados por el admirador de Maurice Sendak, Sergio Ruzzier y publicados por Blackie Books combaten la idea dominante del “buenismo” que azota los libros infantiles contemporáneos. Aquí hay muchos niños traviesos que se salen con la suya cuando se enfrentan a las órdenes de los adultos. Hoy, casi nadie pone en duda –en los libros- sus ideas (excepto cuando les acusan de estropear el planeta). El entorno familiar sigue siendo un lugar de batalla donde este libro propone un descanso. Fue publicado en 1985 y la traducción es de Rebeca González Izquierdo.
También está La cabra glotona de Alan Mills, ilustrado por Abner Graboff y publicado por Libros del Zorro Rojo y original de 1964. La excelente traducción de Luisa Antolín Villota mantiene el ritmo y la rima del original, lo que no es poco: Mills fue un locutor de radio especializado en el folk canadiense y en este libro la cabra que no para de comer es capaz de salirse con la suya ante la represión general. Nos recuerda a los cuentos de Edward Lear, a las anti-fábulas y el disparate.
2. Porque su humor es diferente.
Bill el ladrón, de Janet & Allan Ahlberg y rescatado por Babulinka Books (trad. de Irene Oliva) nos cuenta la historia de un ladrón cuya vida gira alrededor de objetos robados y momentos de robo hasta que roba por azar un bebé. Un bebé que le devuelve cierta alegría, un bebé alegre que le llama «Bileladón» y cuya armonía se rompe para volverse a componer cuando aparece Betty La Ladrona. No hay hoy en día un humor sofisticado como este. Era 1977 cuando se publicó.
Y humor disparatado es el de William Steig en Tiffky Doofky. De profesión basurero rescatado por Blackie Books con traducción genial de Jorge de Cascante. Tiffky también vive rodeado de objetos, pero es honrado y no le importa el mal olor, pero un día una pitonisa le dice que va a conocer ese día a la mujer de sus sueños y durante todo el día le pasan tantas calamidades y extrañezas, que piensa que no se va a cumplir su deseo. Todo es disparatado en esta historia, todo parece suceder por azar, pero nuestro basurero es tenaz y tiene una tierna credibilidad en su destino. El libro se publicó en 1978. Por favor, queremos todos los libros de Steig.
3. Porque exploran con creatividad asuntos viejos y nuevos.
Creo que del celebradísimo El libro de los cerdos de Anthony Browne que se publicó en 1986 y ahora Kalandraka rescata (trad. de Sandra Senra), se ha dicho todo. Lo mejor: el novedoso tanteo con que la ilustración amplifica el texto, y un tema –ya bastante sobado- al que Browne aporta una singular visión.
El lago de los chanchos, que nunca fue visto en nuestro país, tal vez porque se publicó póstumamente y Maurice Sendak completó con sus maravillosas ilustraciones esta opereta, se puede leer ahora en la genial traducción de Miguel Azaola y la edición de Kalandraka. El lobo que planea comerse a los cerdos de una representación teatral protagonizada y visitada por cochinillos, queda absorto y casi alucinado por la historia a la que acude por segunda vez y no duda en participar. Marshall es un genio utilizando clichés de los cuentos tradicionales: el lobo, los cerditos, el Hada Marrana, la escenografía que aporta Sendak, el final desconcertante, hacen de este libro una pieza única. Por cierto, en Goodreads se puede leer una advertencia del siglo XXI: «los niños sensibles pueden estar un poco nerviosos o molestos en la primera mitad del libro, cuando el lobo planea comerse a los cerdos». [Sobre esto, prefiero no decir nada]
4. Porque conectan con el ágora literario.
Lo voy a decir: hay muchos escritores actuales cuyo ágora literario fue leer Fray Perico y su borrico o, peor, las aventuras de Los cinco. Tenemos entonces copias baratas de libros de aventurillas tontas que repiten esquemas trillados una y otra vez. De La familia animal he hablado ya en mi instagram. Randall Jarrell era un poeta que había leído con cuidado obras clásicas y que en esta singular y apacible historia nos deja ver ecos de Robinson, Kipling, los hermanos Grimm o incluso de Andersen, con esa sirena alejada del sentimentalismo. No sé si después de leer este libro acudiremos a esos ecos, pero que estén allí le da una intensidad al texto, un estar en otro tiempo que se agradece. Maurice Sendak hizo unas delicadas ilustraciones de los lugares donde transcurre la historia, que sirven para abrir cada capítulo. Está publicado por Ediciones Ekaré con una maravillosa traducción de Elena Iribarren.
5. Porque les damos otra oportunidad.
Los libros de viajes de Mitsumasa Anno fueron incomprendidos cuando se publicaron en España a finales de los setenta: no tenían texto, nadie sabía cómo iba la historia, se pusieron en la balda de los no lectores. Pasaron al olvido. Kalandraka está publicando poco a poco una obra mayúscula, notable, conectada con el espíritu de un viajero japonés que mira con asombro todo durante sus largos viajes. De manera minuciosa observa edificios, la vida cotidiana, el arte, los paisajes, y página a página nos devuelve una mirada rica en detalles. Él mismo dijo: «En ese lugar se esconden tantas historias como personas, y yo quise dibujarlas». Tal vez nuestra resistencia a los libros silentes, sin palabras, haya hecho que las nuevas ediciones tengan un apéndice donde nos cuentan los muchos detalles que aparecen. Los primeros libros de Anno se publicaron a finales de los setenta. El que tardó más tiempo en hacer fue el de Japón, quizás porque no le asombraba tanto como otros países, pero lo terminó en 2013 y aquí lo tenemos para disfrutarlo.
6. ¡Porque tenían muchísimo más texto que ahora!
(Excepto, claro, los libros de Anno).
¿Qué libro de otro tiempo te fascina todavía? Hagamos una lista en los comentarios.
Gracias por leerme. El 12 te mandaré el enlace para acceder a la conversación con las wonderponderistas. Acuérdate de dejar tus preguntas aquí.
El pequeño Nicolás, ya quisiera ver que en la escuela le dieran esa lectura a los niños! Konrad de Nöstlinger , Erich Kästner.."El teléfono encantado", los de Babette Cole (¿por qué nadie los reedita?) por lo menos aquí en México no se consiguen....gracias por la carta querida Ana! y nos vemos el 19 que pinta para una muy buena sesión!
Me encantaba la colección de libros: Cuando sea mayor seré.... También los de: El premio, El barrio... ilustrados por Ulises Wensell, creo.