Lectocrimen: o cómo la mediación puede matar el gusto por la lectura
Escribí estas líneas para presentarlas en una mesa redonda sobre animación a la lectura. El encuentro fue organizado por la Fundación Santillana (IV Festival Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil) y celebrado en la ciudad de Buenos Aires en septiembre de 2017.
Muchas gracias por la invitación a participar en este panel. Cuando me lo propusieron pensé en escribir algunas líneas sobre la bondadosa tarea que hacemos muchos de los mediadores –y eso seguramente les incluye a ustedes-, y también a mí desde mi blog “anatarambana” con el que intento hacer una mediación entre adultos, pues yo no trabajo directamente con niños.
Pero luego pensé que estaría bien echar un poco de pimienta en esta mesa porque el tema de la misma coincide con algo que me inquieta desde hace mucho tiempo, y con una manera de mediar en la lectura que, lejos de crear lectores, muchas veces los aleja de los libros y la lectura.
Es un tema sobre el que empecé a hablar hace tiempo con una amiga, y cariñosamente lo llamábamos: “Lectocrimen” pues, básicamente hablábamos de algunas prácticas de mediación a la lectura que no funcionan y se siguen utilizando. O cómo una cierta dinámica general de los que median en la lectura, afecta a los lectores. Cuando hablo de mediadores me refiero, sobre todo, a personas como promotores de lectura, editores, creadores, docentes, bibliotecarios y padres. Es decir, todos los adultos.
Hablo desde la perspectiva de un país como España, con muchos años de trabajo institucional y escolar de fomento a la lectura y donde, según las estadísticas, más de un tercio de la población adulta no lee ningún libro. Así que, hay mucho para reflexionar en un país con bibliotecas llenas de libros y de libre acceso, con una producción amplia de libros infantiles, con librerías y ferias para acceder a los libros. Sin duda leemos más que hace veinte años, pero sigue siendo una constante preocupación no conseguir tener un espectro más amplio de lectores.
En fin, mi intención es, simplemente, reflexionar sobre algunas cuestiones que me parece que influyen en el abandono temprano de la lectura, y en otras que hacen que los libros dejen de acompañar a los lectores a pesar de nuestros esfuerzos. Algunas de estas cuestiones las he debatido ampliamente en mi blog y otras espero hacerlo más adelante.
He elegido SEIS. Hay más, pero quiero comenzar con estas.
1 La infantilización de la lectura. Hace mucho tiempo (y me parece que todavía hoy), se hacía con adaptaciones de obras clásicas. Y voy a citar a una pareja de grandes lectores, Bioy Casares y Jorge Luis Borges tomado de los diarios del primero:
“ Miércoles, 12 de Octubre. Hojeamos los absurdos libros de lectura (para niños que aprenden a leer) del peronismo. Digo que yo aprendí a leer con el Veo y leo. Borges cree haber empezado con El nene. BIOY: "De chico, yo era muy snob y no leía los libros de la Biblioteca Araluce porque eran obras famosas, adaptadas para chicos (leía libros para chicos, como Pinocho; pero no admitía obras para grandes adaptadas para chicos)". BORGES: "A mí me pasaba algo parecido. Una vez leía con mucho orgullo una Historia de Grecia hasta que vi que en la portada decía Adaptada para los niños" ”
La infantilización hoy, de la lectura, viene de la mano de los álbumes. Un género que ha colapsado la producción. Un género del que solamente se habla cuando decimos Literatura Infantil. Un género en el que vemos cada día obras insulsas, historias escasas cuando no mal escritas y que se apoyan exageradamente en ilustraciones preciosistas. A veces tengo la impresión de que solamente hay libros álbumes en las manos de los niños. Lo que ha significado para la producción editorial este fenómeno es un retroceso de libros de narrativa de aliento. Los niños que tienen más de ocho años se enfrentan al drama de no encontrar libros que les acompañen en la tarea a la que se han aplicado durante años y para la que no encuentran estímulos.
(En este blog hablé de esta cuestión en:
2 La escolarización de la lectura. Recientemente trabajé con el equipo editorial de un grupo que tiene libros de texto y nada más comenzar, alguien dijo: “los planes de lectura han muerto”. Me alegró muchísimo escucharlo y tuvimos una discusión muy interesante sobre ello. En España llamamos planes de lectura a un grupo de libros que las editoriales ofrecen como lecturas opcionales en las escuelas. Para acompañar esos libros se adjuntan cuadernos con actividades donde los niños, después de leer el libro seleccionado por los adultos, deben cumplimentarlos. La experiencia de la lectura queda simplificada al máximo, a una serie de preguntas para ver “si han entendido todo”. Esto quiere decir preguntas del tipo: Escribe los nombres de los personajes principales, o hacer listas de elementos que aparecen en el libro, entre otras cosas. Ayer, comiendo con uno de los escritores de este Festival, comentaba que su hija –de ocho años- rechazaba sistemáticamente los libros de una colección que asociaba a la escuela. En esta negación quedaban fuera de su vista libros maravillosos como Matilda de Roald Dahl.
3 En esta línea de lectocrimen, nos encontramos con el famoso: “Hacer algo” después de leer que reduce la lectura a una actividad manual, bien sea construir algo, por supuesto que tenga que ver con el texto leído, hacer un dibujo, o incluso ejercer de escritores queriendo cambiar el final de la historia o inventándose cualquier cosa que nos inspire el texto. Lo importante es que los niños se lleven algo físico a su casa o para colgar en el aula.
4 El abandono de la mediación. Me refiero con esto a ese momento en que dejamos de acompañarles. Les hemos leído durante la primera infancia, nos ha alegrado cada uno de sus pasos con la lectura y, cuando ya saben leer, sencillamente dejamos de leerles en voz alta, delegamos la selección de lecturas a lo que propongan en la escuela, y dejamos de conversar con ellos sobre lo que leen.
5 La llamada Superlij que es un término que, con permiso de los super hérores, me inventé, para hablar de un tipo de libros al que cada vez más se acude con tremenda ansiedad. Libros para dejar el pañal, libros para explicar el alzheimer, libros PARA. Cada vez más parece que los mediadores necesitamos un libro para dialogar sobre un tema. De esta manera, los niños irán recorriendo su camino lector con libros que serán la segunda voz de los adultos: educativa, normativa y hasta moralizante.
Aquí hablé sobre ello en este blog:
6 Y, por último, la feminización de la lectura. (Y ahora levanto la vista para confirmar, una vez más, la estadística). Somos legiones de mujeres mediando en la lectura. Mujeres que, principalmente, recomendamos novelas. Este es un punto que requeriría más tiempo de exposición, pero la falta de modelos lectores masculinos hace que un gran grupo de varones no considere la lectura importante. A esto se añade que la prescripción casi exclusiva de novelas por parte de las mujeres, impide a los lectores de informativos sentirse parte de la comunidad de lectores. Como ya digo, este es un punto interesante para desarrollar en otro momento.
Quisiera terminar con una cita que me encanta. Porque muchas veces hablamos de los lectores como si fueran una masa uniforme sobre la que podemos incidir en su totalidad. Y nada más lejos de la realidad. Quizás un punto más del lectocrimen sería considerar a todos los niños iguales ante la lectura, sin tener en cuenta sus inquietudes, necesidades, gustos y caprichos. Sin pensar que cada lector construye su propio camino con los libros que él mismo elige y de la manera más inesperada. Por eso quiero terminar con esta cita del escritor norteamericano Dan Fante, hijo del escritor John Fante, que recuerda cómo se inició en la lectura y que he incluido en este blog en una serie sobre cómo se llega a la lectura de diferentes maneras:
“En una ocasión papá se ofreció a pagarme por leer: cinco dólares por libro. Me dijo que eligiera un libro de la estantería del salón, que iba del piso al techo. Encontré La llamada de la selva, de Jack London. Me gustaban los colores de la portada. Papá bajó el libro y me lo dio.
-Este tío fue un gran escritor. Has elegido bien.
Sesenta días más tarde había devorado cinco de las novelas de London. Estaba enganchado para siempre.”
Dan Fante:
Gracias por su atención.