Cansados del libro álbum.Sobre la infantilización de la lectura
Una reciente columna de opinión de Dolores Prades en la revista Emilia (Livro, tem idade? en portugués), y un comentario de una amiga editora diciéndome: "estoy cansada del libro álbum, solo se habla de ello" me llevaron a escribir por fin esta entrada. La columna de Dolores Prades reflexiona sobre cómo tradicionalmente se han clasificado los libros por edades y el hecho importante de liberar estas etiquetas. Es cierto que la escuela ha asumido estas clasificaciones y, si se siguen al pie de la letra, los libros quedan demasiado restringidos a una cierta edad -la camisa de fuerza de la que habla Dolores-, aunque recuerdo hace años a los niños buscando con emoción títulos de, por ejemplo, la serie azul del Barco de Vapor, encontrando un rincón en la librería para explorar algún nuevo título. Coleccionando las series y compartiendo con otros niños sus lecturas. Ahora no es así. Un niño que vaya a una librería, sí, tiene más libertad para elegir cualquier libro pero ¿lo hacen? ¿O estamos todos un poco más perdidos?
En uno de mis recientes trabajos de selección, 150 libros infantiles para leer y releer (Club Kirico), realmente me sentí muy cómoda cuando organizamos las edades lectoras en niveles del tipo: ¿Quieres que te lea?, Empiezo a leer, Ya leo bien, Leo casi todo. Es, obviamente, una orientación, que no deja de ser muy práctica para padres y mediadores porque la competencia lingüística de un niño de cuatro años dista bastante de la de un niño de diez. Esto no quiere decir que el de cuatro pueda hacer el esfuerzo de acercarse a un libro más complejo pero ¿qué pasa si siempre se le pide más?
El libro álbum, como ahora se llama un poco a todo libro muy ilustrado, ha encontrado en los últimos años un gran nicho de mercado. En la feria del libro de Bolonia se ve muy fácilmente. Grandes premios con enormes dotaciones, mucho diseño, mucho stand donde todo entra por los ojos. Sus consumidores no son solamente niños sino gente que proviene de la ilustración, del diseño gráfico, de las artes. Son libros muy bonitos que funcionan bien como objetos: de culto y de consumo sin mala conciencia. Ahora hay más editoriales que solo publican libros ilustrados que las que se ocupan de colecciones de narrativa para niños. La oferta de narrativa sigue relegada a un sector cada vez más minoritario. ¡Ni siquiera se reseña! Y, si se publica, se trata de darle una apariencia como de álbum: el formato y la presentación de los últimos Premios El Barco de Vapor y Gran Angular de la editorial SM me parecen muy claros en esta nueva tendencia. Por un lado los muy ilustrados (en general, con escaso texto) y, por otro lado, libros muy gordos para lectores grandes.
Lo que veo es que hay una carencia enorme de lecturas para un público que ya domina la lectura y que les permita sumergirse en una historia, en la forma cómo está contada y en un estilo que les impresione. Tal vez existen pero como recordaba mi amiga editora, nadie habla de ellas, como tampoco de poesía o de libro informativo. El éxito de Harry Potter nos dijo mucho a los mediadores (¡y a los editores!): los niños quieren leer mucho y sentirse identificados como grupo lector. Por ahora, lo que estamos ofreciendo es: libros ilustrados, algunas lecturas ocasionales en las escuelas, y un salto al vacío con su mayoría lectora. No es de extrañar que muchos adultos lean novela juvenil (por no hablar de otros fenómenos de literatura popular). La mayoría no han superado una etapa infantil de lectura: buscan un libro gordo y "que se lea de un tirón".