En los últimos días he estado leyendo libros que tenía pendientes. Han sido días memorables. Patos a los que no les gusta el agua, pero superan el miedo; piratas buenos; dragones cagones; papás monstruos que se tiran pedetes; abuelos y abuelas a cual más ñoño, como si solo fueran enfermos, difuntos o simpáticos compañeros; lobos románticos; conejos que se hacen amigos de erizos; tigres que se pueden domesticar; bisontes que encuentran osos y quieren hibernar; un elefante con gafas que resbala y queda boca arriba: solamente un ratón podrá ayudarle. Además de asuntos que merecerían otra carta, como el uso de la naturaleza y los animales para hablar de “respeto a la diversidad”, “comunicación y respeto entre las especies”, en fin, una especie de naturaleza embellecida apta para transmitir buenos mensajes, donde la palabra monstruo se acaba utilizando para decir que el protagonista se porta “monstruosamente bien”, lo más inquietante ha sido ver que en todos estos libros (y en muchos más que se publican), la maldad está completamente ausente. Otro ejemplo: una tromba de animales corre a través de las páginas hacia un lugar donde ha ocurrido algo. Ese algo es una tortuga pequeña que no puede salir del agujero. Todos se prestan a ayudarla, pero ella se empeña en salir sola y lo consigue. Mensaje entregado. De muchas maneras, como dijo Ellen Duthie en 2017 en la conferencia del FLAI, a los niños los entrenan duro en adivinar lo que el adulto quiere oír, la respuesta “correcta”. Ellen es la editora del proyecto de Wonder Ponder y, en una entrevista, dijo no haber encontrado ningún libro álbum que tratara la crueldad desde diferenes lugares (y eso le llevó a crear el primer proyecto en su editorial).
Mientras hacía estas lecturas, me llegó el aviso de La Revue des Livres pour Enfants dedicada a los malos. (Les méchants, une espéce menacée? –Los malos ¿una especie amenazada? -) que me apresuré a leer para confirmar mis sospechas. Sí, la maldad está en extinción en la LIJ. La falsedad, la inmoralidad, la crueldad y, por lo tanto, la ambigüedad, la oscuridad y la complejidad, están desapareciendo del reino de las lecturas infantiles. En este dossier de la revista, Vincent Jouve, profesor de literatura, explica en un largo artículo la importancia de esta figura: Sin un villano, no habría nada que contar. Desglosa de manera magistral cómo estos personajes representan una fuerza perturbadora que conecta con los deseos del protagonista (y de los lectores), haciéndole saber que, sin esa realidad, será imposible conseguirlos. Jouve incide en la importancia que estos personajes tienen tanto en la trama como en las emociones de los lectores: la sorpresa, el suspense y la curiosidad funcionan como resortes para llevarlos a lugares extraordinarios. El reconocimiento de todas estas emociones y la identificación con algunos personajes convierte la lectura en un debate interior donde se dan cita las diferentes dimensiones personales. En esa misma revista se publica una pequeña investigación hecha a adolescentes sobre la maldad… ¿Cuáles son sus lecturas favoritas? Básicamente, el manga. ¿Por qué? ¡Ah! muy bien adivinado.
En los días en que preparaba esta carta, leí un artículo de Janet Manley (Let the kids get weird: the adult problem with Children Books) donde analizan la reserva de algunos mediadores a recomendar libros de Ruth Krauss y Jon Klassen, mientras exponen los tópicos nostálgicos a la hora de elegir los libros. Es cierto que a los niños les gustan las historias amables, pero también adoran las historias oscuras, sombrías o inquietantes. En el artículo citan una cuenta de Instagram que sigo con alegría @pipesinkidlit dedicada a mostrar imágenes de libros infantiles con gente fumando pipa. Ni que decir tiene que, de sus ejemplos, ninguno es de un libro contemporáneo. El dueño de esa cuenta, quien trabajó en una gran editorial, pero prefiere guardar el anonimato, dice:
Siento que las pipas, hoy en día, son una pequeña metáfora de una idea más grande: que los libros para niños no deberían ser completamente seguros. No quiero que mis hijos fumen, o que piensen que fumar es una actividad divertida y linda. Pero tampoco quiero que los libros ilustrados sean esos pequeños lugares donde todo es perfecto.
Personalmente amo los personajes malvados: son arquetipos que hacen temblar una historia apacible, producen rodeos y confusión, y funcionan como contrapunto de los héroes que deben someterlos para llegar al final. Estos personajes nos ponen a merced de una narración en la que nos sentimos como en un laberinto gracias a las capas que se consiguen. Son un recuerdo de que el mal está presente en sus múltiples dimensiones, y prometen figuras ambivalentes, transgresoras, que abren interrogantes. En cualquier manual de escritura que se precie, es un ingrediente ineludible. En la vida real, los vemos por todas partes. Por eso los lectores adoran los libros de Roald Dahl, quieren ser Pippi, Sendak seguirá siendo un clásico, el capitán Garfio será inolvidable (para quien tenga hoy la oportunidad de leer el libro, claro), El señor de las moscas no dejará de sorprender, y Lord Voldemort seguirá inquietando a los lectores de todo el mundo.
El último libro de Jon Klassen es la historia de una niña que se hace amiga de una calavera. Si sus anteriores libros no eludían la maldad, en este, ambientado en una leyenda popular, The Skull, el paisaje es abiertamente oscuro. Tengo curiosidad por ver si en España será traducido. Y, mientras tanto, me consuelo pensando que aquel libro sobre el dragón cagón será arrinconado en algún lugar de la biblioteca o el almacén de la editorial porque, ya puestos a hablar de agujeros, los lectores prefieren a los dragones que echan fuego por la boca.
¿Recuerdas haberte cruzado con la maldad en, pongamos, los diez últimos libros de literatura infantil que has leído?
Y ya sabes, comenta, comparte, corazonea…
Como maestra de inicial siempre tuve reparos en leer un cuento con personajes malvados, porque mi intención era cuidar el mundo emocional de los niños; en el aula tengo algunos cuentos andinos donde el zorro malvado hace sus fechorías para lograr sus propósitos pero que también es engañado.
En uno de estos cuentos se ve expuesta la venganza por ejm. en el cuento del zorro y la huayata, el zorro se venga porque la huayata puso espinas en el saco donde el tenía pajaros, la comida para sus crías, y al leerles, la mayoría de los niños, casi todos estuvieron a favor del zorro, indicando la orfandad de los cachorros y la maldad de la huayata. Bueno, creó un ambiente de mucho pensamiento, halamis de la venganza como tal...y si ahora pienso que si necesitamos de esta literatura.... y me nace una pregunta ¿estos cuentos necesitan de un mediador más que en los otros cuentos, porque si se requiere de hablar de ellos?
Me encantó tu nueva entrada y la comparto al cien por cien. Aquí en Asturies tenemos una riquísima mitología llena de personajes malvados (Cuélebre, Güestia, Güercu, la Guaxa...), pero nuestros autores no hacen más que dulcificarlos y reconvertirlos a unos seres bonachones que hacer reir a los niños/as. Así pierden toda su fuerza y el simbolismo para el que fueron creados a través de muchos años de tradición. ¡Hay que rescatarlos... con permiso de la autoridad competente!