Antes de nada: durante nuestro encuentro con María Teresa Adruetto (que puedes escuchar aquí) ella respondía a una pregunta sobre cómo narrar y nos ofreció un texto que comparto en esta carta y ella titula: La memoria y sus relatos, Realidad, ficción, testimonio. Puedes escucharlo aquí:
https://www.facebook.com/watch/live/?ref=watch_permalink&v=415499846510101
Y ahora sí, a nuestra carta mensual.
Hace mucho tiempo que quiero hablar de este libro, El adulto escondido de Perry Nodelman, que la editorial Pantalia publicó con traducción de Clara Lairla. Sin embargo es un libro que voy leyendo poco a poco, casi degustándolo. La ambición de definir la literatura infantil como reza el subtítulo le lleva a un denso libro donde, con la excusa de analizar cinco libros de literatura infantil, se enfrasca en una conversación con muchos especialistas que durante años han brindado maneras de leer literatura infantil. La base de su argumento es que no se escribe para niños sino para los adultos. Sin haberlo leído por completo (no es un libro para sentarse y leerlo de una vez), lo recomiendo ampliamente porque nos invita a asentir, a disentir y a replantearnos muchas cuestiones sobre las que se basa la definición de literatura infantil y que él desmonta, pone en duda, y hasta nos deja sin argumentos.
He vuelto a este libro ahora que he tenido un rato para leer libros álbum (¿acaso no es lo que solamente se lee ahora?) y ver ese postulado de “se escribe literatura infantil para los adultos” en muchos libros que se han despegado de una tradición, digamos, clásica o canónica de literatura infantil. Es muy difícil no ver la mano vicaria de muchos creadores cuando se dirigen a la infancia: bien para decirles cómo tienen que pensar, bien para proyectar sus propias ideas sobre el mundo, o incluso para mostrar una humanidad que no pasa por sus mejores momentos.
También he vuelto a leer capítulos del libro de Alison Lurie, No se lo cuentes a los mayores para pensar en ideas presentes en los libros “de antes” que invitaban a la subversión, a cuestionar la autoridad (familiar, social, escolar), que estaban a favor de los niños. Nodelman también refuta algunas ideas de Lurie, aunque reconoce que aquellos textos tenían una ambivalencia que los hacía particularmente interesantes e incluían personajes que tan a menudo representan aquello que los niños son instintivamente antes de que los adultos intenten civilizarlos y convertirlos en seres humanos aceptablemente socializados.
Releo Tiffky Doofky de William Steig (Blackie Books, trad. Jorge de Cascante) donde se celebra la vida humilde de un basurero poco interesado por el éxito y la productividad, con un personaje contento con su vida, y alejado de algunos convencionalismos sociales que suelen ignorar este tipo de personajes.
La literatura infantil de hoy en día parece ajena a análisis como los que hacen Lurie y Nodelman. Tenemos libros, como los de la serie del señor Ruraru, de Hiroshi Itô (Club Editor, trad. Verònica Calafell) donde encontramos a un solitario personaje que toca el violín un poco mal y nunca lo aprendió de verdad porque, cuando juega con las cuerdas, le entran ganas de rascarse el trasero. Finalmente lo hace para gusto y diversión de muchos animales y de sí mismo. En otra “aventura” con su jardín, un cocodrilo le enseña que lo mejor de su césped es tumbarse para disfrutarlo. Y así termina, rodeado de animales que también pueden, por fin, hacer lo mismo. El texto de La sopa del señor Leprón de Giovanna Zoboli y Mariachiara di Giorgio (trad. Héctor Gómez en A buen paso) nos cuenta la historia de una liebre que hace una sopa exquisita y pronto comercializa, perdiendo su vida privada y entrando en una dinámica infernal, hasta que decide dejarlo todo en favor de una vida simple. Las maravillosas ilustraciones de Di Giorgio creando ambientes sofisticados, no impide que el mensaje sobre las desventajas de la productividad, la comercialización y el capitalismo estén por encima de todo.
También la traducción de El corazón con el corazón del revés de Maria Popova ( trad. Juan Naranjo en A Fin de Cuentos, con ilustraciones de Ping Zhu) llega a las librerías. Maria Popova tiene un muy popular blog, The Marginalian donde en los últimos tiempos, en mi modesta opinión, sus análisis de libros y autores se centran en las emociones y el mundo sentimental para darnos lecciones de vida. En este libro “basado en una historia real” nos relata el descubrimiento de un caracol cuya concha se enrosca al revés que la mayoría: una rareza encontrada por casualidad y que, gracias a la llamada popular de un científico, consigue que aparezcan un par de ejemplares más. Popova no puede resistirse a antropomorfizar esos caracoles diciendo que tenían curiosidad o “no sabían si allí encontrarían un hogar” para ofrecer un cuento lleno de mensajes encubiertos como la diversidad, o la celebración de lo distinto que culmina con el final de “un caracolito diferente y encantador".
También hay una buena tanda de libros basados en las bondades de la naturaleza y que me resultan estéticamente parecidos, como se aprecia en esta foto:
Sin embargo, voy a juntar El secreto del lobo de Myriam Dahman y Nicolas Digard con ilustraciones de Júlia Sardá (trad. Carole Vautier y Alberto Álvarez, en Pípala) con El sueño del oso de Albert Asensio (Juventud) y Natcha, de Mélodie Baschet (trad. Regina López en Errata Naturae) donde las tres protagonistas son chicas o niñas muy solitarias (pero muy solitarias) que encuentran en la naturaleza una manera de conectar consigo mismas. En el primero, una joven que canta y enamora a un lobo con sus cantos, deja de cantar cuando su padre muere y ella se queda sola en una cabaña en medio del bosque. En el segundo, la niña está sola en un parque y un oso que quiere ser poeta se sienta a su lado. En el tercero, un chacal dorado se acerca a una niña solitaria que vive en un castillo y escapa con él. El libro de Albert Asensio es un homenaje a la poesía, pero esa niña que está leyendo un libro al final con un oso de peluche a su lado, parece vivir ajena al mundo real, igual que las otras dos jóvenes.
Emparentada con estas niñas (¡muchas niñas protagonistas!) es la de Sueños del bosque de Karen Jameson y Marc Boutavant (trad. Francesc Massana, publicado por Coco Books) de quien ni siquiera sabemos su nombre pero que pasea con su perro por un bosque nombrando a todos los animales que se le aparecen. Regresa a su casa, donde un hombre (suponemos que su padre) la recibe antes de irse a dormir. Me ha causado una extraña impresión ver en estos libros imágenes parecidas como estos finales donde las protagonistas prefieren la compañía animal a cualquier otro tipo de compañía.
Las protagonistas de Natcha, El secreto del lobo y Sueños del bosque.
En La visita, de Núria Figueras y Anna Font (Kalandraka) no es una niña sino una pequeña raposa la que se queda sola en casa cuando su madre se va a la ciudad y la deja durante horas. En ese tiempo descubrirá el silencio (al que también se abraza, claro) como una manera nueva de pasar el tiempo consigo misma. Y hay otra niña más, solitaria igualmente, en La giganta de Anna Höglund (trad. Amanda Eda Monjonell y Dea Marie Mansten, en Ediciones Ekaré). Inspirado en un cuento de Elsa Beskow, la niña protagonista se queda sola en casa cuando su padre, caballero, sale en busca de una giganta que convierte todo en piedra. Después de varios días sola y cuando ya no tiene ni una vela para alumbrarse, sale de viaje y consigue derrotar a la giganta con la ayuda de una viejecita que le da un paraguas para protegerse.
No he dicho nada de las ilustraciones, bellísimas en cualquiera de estos libros, cada una con su estilo y personalidad, porque me interesaba más fijarme en tendencias como, por ejemplo, la desaparición de la figura materna (¿habrá sido sustituida por la madre naturaleza?); la artificial exaltación de la naturaleza como remedio a tantas cosas; la soledad de las protagonistas que aparecen fuera de contexto social y humano; historias que buscan la empatía; y libros que seguramente llaman más la atención a los adultos que a los niños. Señales de que los creadores de literatura infantil están muy pendientes de asuntos de adultos y menos de intereses infantiles. Ninguna de estas obras es subversiva en el sentido que le han dado a muchos clásicos y, como diría Nodelman sobre las obras que seleccionó para su estudio y que puede aplicarse aquí: el mundo de estos textos es inherentemente binario e incontrovertiblemente oposicionista. Más allá del resto de cosas que hagan, estas historias invitan a los lectores infantiles a pensar en todo desde el punto de vista de “o esto o aquello” (hogar o exterior, seguridad o peligro, libertad o limitaciones, ignorancia o conocimiento) por lo visto, normalmente con poco margen para posturas moderadas en ambos polos. (…) Esta no es una visión precisamente sutil de cómo funcionan las cosas, ni deja mucho espacio a la tolerancia.
Gracias por leerme.
Genial Como siempre. "los creadores de literatura infantil están muy pendientes de asuntos de adultos y menos de intereses infantiles." Eso es así....
Es muy interesante lo que comentas de la exaltación de la naturaleza ( con el arquetipo positivo siempre) Quizás ignorando los aspectos más complejos de la naturaleza, como su imprevisibilidad o los grandes peligros inherentes. Una visión idílica que se exalta evitando que se desarrollen una comprensión equilibrada . Esa idealización evita también resolver conflictos en escenarios más complejos que los cuentos ahora suelen evitar en favor de una narrativa simplista.
Yo creo que la figura femenina no encuentra espacio ahí por lo que comentas, se está sustituyendo por la figura maternal de la naturaleza. Abrazo.!
Uf, Ana, propones una reflexión muy interesante que precisa de tiempo interior -mi cabecita siempre está maquinando- pero también del necesario para plasmar esas reflexiones por escrito y de ese no tengo tanto.
Hablas de varios álbumes a los que yo les encuentro muchos atractivos (quizá sea mi mirada adulta, aunque he sido testigo de cómo gustaban también a niñas y niños (por ejemplo, "La giganta" y "El secreto del lobo").
Me encanta que destaques esa imagen de la niña abrazada al animal en la misma postura en los tres álbumes, porque me parece que refleja muy bien la época en que vivimos; personas solitarias, aisladas, que prefieren la compañía de sus animales, a los que tratan como personas, y en los que vuelcan sus afectos.
Espero encontrar un rato para explicarme mejor.
Gracias por tu carta.
Abrazos