La princesa ligera
Antes de nada, ¡muchas gracias por vuestros preciosos comentarios para la primera carta! ¡Cuántas cosas interesantes para seguir pensando y leyendo! Las referencias bibliográficas, las experiencias de lectura y tantos aportes sugerentes me han encantado. Ese foro seguirá abierto durante todo el club.
Ahora pasamos al segundo libro de nuestro Club de Lectura, La princesa ligera. Puedes encontrar la primera carta aquí y presentarte aquí. Prometo una cartacorta y muchas preguntas…
De todos sus contemporáneos, George MacDonald ha sido el que menos difusión en el tiempo ha tenido. Tal vez por su falta de interés hacia los dineros y la fama, aunque cuando hizo sus viajes a Estados Unidos para dar conferencias, llenaba auditorios y Henry David Thoreau admiró su obra, al igual que Mark Twain de quien se haría buen amigo. Lewis Carroll, muy apreciado en la familia y, en particular, por los once hijos de MacDonald, el mismo día en 1862 en que MacDonald salía de casa para entregar a su editor La princesa ligera, Carroll le daba a la esposa su primer manuscrito titulado Alicia bajo tierra para que lo leyera en voz alta a sus criaturas. Despertó tal entusiasmo que uno de los hijos recordó en sus memorias: «Ojalá hubiera seiscientas copias repartidas ahora mismo por el mundo».
Aquí tenemos a Carroll con algunas de las hijas y la esposa de MacDonald:
El libro de Carroll se publicó en 1865 con el título de Alicia en el país de las maravillas y en sus cartas recuerda con cariño la prole de MacDonald. Los dos también eran amigos de Charles Kingsley, quien publicó en 1863 Los niños del agua donde un pequeño deshollinador se baña en un riachuelo y se convierte instantáneamente en un bebé acuático. Apenas he citado un par de autores contemporáneos. La época en que MacDonald vive es considerada como “La edad de Oro de la literatura infantil” en Inglaterra. J.M. Barrie escribe Peter Pan; Edward Lear juega con sus limeriks; F.H. Burnett publica El jardín secreto; Beatrix Potter (a quien tendremos en este club) edita sus pequeños libros con las aventuras de Perico. Y otros autores de ese momento son A.A. Milne, Rudyard Kipling, Edith Nesbit y Kennet Grahame quien saca a la luz El viento en los sauces y La Edad de Oro. Libros y autores muy recomendables para leer si queréis tener una visión más amplia de ese momento que se extiende desde finales del siglo XIX hasta los años 30 del siglo XX. Hay un documental en Filmin muy interesante sobre este período. Se llama Wonderland y aquí va el trailer.
Pero lo cierto es que, diez años después de muerto, MacDonald estaba olvidado casi por completo. A lo largo del tiempo ha ido teniendo modestos rescates. Por ejemplo, C. S. Lewis (autor de las maravillosas Crónicas de Narnia), con quince años, interesado por la mitología y el ocultismo, encontró en el kiosco de una estación de tren el libro Fantasías de MacDonald y se enamoró de ese mundo que le arrastraba al pasado y estaba decidido a rescatar. Hacía seis años que MacDonald había muerto. En 1969, otro amante de lo antiguo, Maurice Sendak, elige La princesa ligera y La llave de oro (hoy inencontrable en español) para ilustrarlos. En español se consiguen de MacDonald: Fantasías (ed. Miraguano), La llave de oro (la edición de Obelisco es horrible, prefiero la de Alfaguara con ils. de Maurice Sendak), Más allá del viento norte (Ático de los libros), La princesa perdida (Obelisco), La princesa y los trasgos (Siruela) y Cuentos de hadas para todas las edades (Ed. Atalanta).