Carta 1: La Bella Durmiente del bosque
Donde leemos tres versiones del cuento para detenernos en las de Perrault y la de los hermanos Grimm.
Os doy de nuevo la bienvenida y ya sabéis que aquí podéis presentaros para dedicar los comentarios de esta entrada a la primera carta.
Estamos leyendo La Bella Durmiente en las versiones de Perrault y de los hermanos Grimm. La siguiente carta llegará el 15 de abril, tenemos tiempo para muchos comentarios y siempre quedará abierta para nuevos.
Esta carta, como va a ser inusualmente larga, tiene tres bloques:
1) Dedicado a presentar los estudios que han suscitado los cuentos populares
2) Comentario de las dos versiones
3) Aspectos literarios de estos cuentos
(Ilustración de Walter Crane)
¿Se puede escribir una línea más sobre los cuentos populares? Después de los inmensos trabajos de estudiosos como Maria Tatar o Marina Warner, de Vladimir Propp o Jung, de Bruno Bettleheim, y tantas interpretaciones (leo en estos días un artículo que analiza en clave “queer” la Bella Durmiente de Perrault, otro sobre la influencia de los Grimm en Richard Wagner…), y la cantidad de libros que buscan las más variadas interpretaciones, la respuesta corta es: mejor, no.
Pero la respuesta larga es: al menos podemos echar un vistazo a esta enorme contienda por la interpretación. Pido disculpas por una primera carta que tal vez va a ser larga y detallada. Y es que los cuentos populares son los relatos más antiguos y con mayor difusión que se han mantenido en el tiempo y han sido una gran inspiración en autores posteriores.
Por ejemplo, J.R.R. Tolkien, quien siempre reconoció su influencia, dijo:
Lo que caracteriza a un buen cuento de hadas, a los mejores y más completos, es que por muy insensato que sea el argumento, por muy fantásticas y terribles que sean sus aventuras, en el momento del clímax puede hacerle contener la respiración al lector, niño o adulto, puede acelerar y encogerle el corazón y colocarlo casi, o sin casi, al borde de las lágrimas, como lo haría cualquier otra forma de arte literario, pero manteniendo siempre sus cualidades específicas. Hasta los cuentos modernos consiguen a veces estos efectos. No es fácil; de toda la narración depende cuál sea la atmósfera del desenlace, que por otra parte da glorioso sentido a todo el relato.
El escritor italiano Italo Calvino, quien estudió un recopiló un buen número de cuentos en su libro Cuentos populares italianos, escribió: