Ylla, la fotógrafa contadora de historias
Cuando en el programa de la editorial Kalandraka apareció como novedad el libro de Ylla Dos ositos, mi corazón dio un vuelco. No porque no hayan publicado libros con fotografías (está ese impresionante de Joan Fontcuberta, Dactilografías ), sino más bien porque el libro de Ylla es un rescate maravilloso e inesperado.
¿Quién conoce a Ylla en nuestro país? Ni siquiera en la monumental obra de Martin Parr y Gerry Badger dedicada a los fotolibros aparece una vez. Y no por falta de méritos porque Dos ositos sí que es un fotolibro donde las imágenes se alían con los textos para crear una secuencia narrativa.
Además, el libro rompió una tendencia que se daba desde los años treinta de libros infantiles de fotografía centrados únicamente en objetos cotidianos y dirigidos a pequeños urbanos como lo fueron los libros de Emmanuel Sougez (Regarde!, 1932), el precioso catálogo de Albert Renge-Patzsch (Die Welt is schön, 1928) o los conocidos primeros imaginarios de Edward Steichen en los años treinta. O ya, más cercano a la vida de Ylla, el de Paul Henning (Beautiful things around you, 1946). Ay, qué ganas me dan de pedir que se rescaten también algunos de estos fotolibros.
Edición casi facsímil Lo primero que llama la atención de esta edición es su fiel reproducción al original de 1954. Abrir las páginas de grueso gramaje en papel mate y fotografías en blanco y negro parece llevarnos a otro tiempo. Gracias a que Ylla ya era conocida cuando se publicó este libro, la coedición en varios países permitió abaratar los costes del heliograbado, que es una impresión que parece en relieve, justo como se siente cuando se abre esta edición en español. Así que el placer estético, el del objeto, está muy presente en este volumen y es, para mí, uno de los requisitos de lo que se llama el gozo de la lectura y que empieza, justamente cuando el tacto y la vista armonizan.
Lo segundo es, el contenido. La historia de estos dos ositos que se separan durante un rato de su mamá para vivir sus propias aventuras, es uno de los relatos primarios de la literatura infantil y que encandila a lectores de todos lugares: la fantasía de abandonar el hogar, de sentirse independiente pero, al mismo tiempo, la necesidad de ese final feliz con la reunión de la mamá y los ositos. Ahora bien, ¿cómo se consigue esto con dos oseznos de verdad?. En la época en la que preparaba este libro, Ylla ya había dejado hacía tiempo su trabajo como retratista de animales en el estudio y había pasado a buscar a los animales en su entorno natural para fotografiarlos. Ylla compró en una perrera para animales salvajes un osito pero lloraba tanto al ser separado de su hermana que compró los dos y se fue con ellos a una cabaña en un bosque de Michigan donde los alimentó como una madre durante seis meses. Aunque la seguían a todas partes, cuando sacaba la cámara parecían no estar muy contentos. Este tiempo le dio la oportunidad de ver cómo jugaban de manera natural. "El pasatiempo favorito de los oseznos era jugar a luchar apoyados en sus patas traseras, o escalar los árboles , a pesar de su nulo conocimiento de la técnica para descender".
Gracias a ese tiempo para observarlos, gracias a la soledad y la calma para descubrir la personalidad de los oseznos, Ylla consigue no solo un relato magistral sino transmitir a través de las sombras y luces, de la captura de las expresiones particulares de cada momento (la intriga, el susto, la ternura de jugar con hojas, la sorpresa de descubrir un ratón). Los ojos de los oseznos parecen decirnos cosas mientras viven su vida en plena naturaleza -un elemento más con el que la fotógrafa juega de manera magistral-. Probablemente después de cientos de fotografías, Ylla haya juntado las más apropiadas para crear una secuencia que le permita contar la historia, a diferencia de otros proyectos donde pidió la colaboración de escritores como Jacques Prèvert.
Esta edición, sin embargo, traducida de la publicada en Memo, decidió prescindir del texto original de Paulette Falconnet en la primera edición en francés y utilizar la edición americana con texto de Ylla para crear un texto "más acorde con el lector actual" para hacer un fotolibro sobrio y preciso, dejando que la poética y el divertimento en manos de la fotografía.
Sería interesante y, de alguna manera fascinante, conocer la reacción de los pequeños ante este libro. Pequeños que seguramente han visto osos de todo tipo y color, excepto en fotografía. Ver si es cierto que la fotografía en libros como este despierta deseos, emociones, provoca suspense, muestra lo pequeño mientras conectan con realidades que quizás están viendo en pantallas pero no en un libro.
Edición americana de Two Litte Bears
Algo sobre Ylla
Leer sobre la vida de Ylla, nacida como Camilla Koffler es revisitar la historia europea del siglo XX. Nacida en Viena en 1911. Padre rumano. Madre yugoslava. Ambos de nacionalidad húngara. Con la madre hablaba alemán y serbio. Durante la Primera Guerra Mundial se movió numerosas veces con su madre entre Viena, Budapest, Szeged, Zagreb y Bucarest para estar con amigos y familiares. Muchas veces caminaban a pie y, según recordó Ylla: "mi madre cosía sus joyas en la ropa y ocultaba los billetes en los zapatos".
La mamá de Ylla era decoradora y, cuando puede, envía a su hija a una escuela interna en Budapest donde está de 1919 hasta 1926. Después, con su madre ya separada, estudia en Budapest escultura lo que le lleva en los años 30 a París. Pero allí descubre las cámaras y, un par de años después, ya tiene su propio estudio donde le llevan mascotas para retratar. Al mismo tiempo se hace asidua a los zoológicos donde reúne una gran cantidad de fotografías. Algunos científicos, como Julian Huxley, las utilizan para sus libros. En esta época ya se había cambiado el nombre pues descubre que Camilla significa camello en croata. Se hace muy amiga de la diseñadora Lyena Barjanskaya, cuyo hijo se ocupa hoy en día del legado de Ylla.
Pero no tarda mucho en volver a ponerse en ruta debido a la persecución nazi. Consigue un visado para entrar en Estados Unidos y se establece allí en los años 40. El viaje a bordo del Winnipeg es de lo más accidentado hasta que finalmente llega a Nueva York y monta su estudio. Los zoológicos de la ciudad, los encargos y, finalmente, un viaje en 1952 a África, le hacen preferir por encima de todo la fotografía al natural. Hay que decir que, mientras muchos fotógrafos contemporáneos hacían libros para niños de objetos con técnicas de close-up, Ylla ofreció mundos increíbles para la época: animales vivos y en su entorno natural. Ella abre la mirada y el mundo pequeño con libros fascinantes como los que dedicó a los leones.
En todos los libros consigue mostrar su admiración por la vida libre y salvaje, sin dejar a un lado las conexiones emocionales que nos unen con los animales, sean cuales sean. Jugar, ser curiosos, la aventura, todo eso pertenece también al mundo de la infancia y sus libros conquistaron a millones de lectores de todo el mundo. En 1954 un prominente marajá de la India la invita para que haga fotografías de animales. Animada por el cineasta Jean Renoir, emprende el viaje donde encontrará la muerte en un accidente de coche. Su enorme archivo de fotografías permitirá la producción de varios libros póstumos.
A mí, personalmente, me encantaría que este libro se vendiera muchísimo, que estuviera en muchas bibliotecas, que la edición fuera un éxito para que puedan asomarse a nuestro país otros libros de una de las pioneras de la fotografía de animales, creadora de fotolibros de calidad destinados a la infancia que merecen ser leídos hoy en día.