Wonder Ponder, preguntarse y reflexionar. O cómo la filosofía también es cosa de niños
¿Quién, en su infancia, nunca aplastó una hormiga, ni pisó un bicho que le daba asco, o vio con curiosidad cómo otro niño atrapaba a una lagartija y se quedaba con su cola en la mano? Ahora bien, ¿qué hubiera ocurrido si alguien nos hubiera preguntado el porqué? y, sobre todo, ¿nos parecía cruel lo que estábamos haciendo? Tal vez hubiéramos bajado la cabeza sospechando que los adultos pensaban que eso estaba mal (la pregunta llega casi como un grito). Pero ¿qué pasaría si nos dejaran explorar libremente las respuestas? ¿Si hubiéramos podido decir lo que nos diera la gana? Pues que hubiéramos filosofado, aunque no supiéramos exactamente qué es esta palabra. Y esa es la propuesta de estas dos cajas que contienen un buen puñado de preguntas y que revitalizan la idea de "filosofía para niños", abandonada desde hace mucho tiempo de las prácticas escolares, familiares y hasta sociales.
Las creadoras de este nuevo plan, "filosofía visual para niños" son Ellen Duthie en la parte filosofal, Daniela Martagón con las ilustraciones y otra un poquito más escondida, Raquel Martínez Uña que se ha ocupado de la edición. El tres ya sabemos que es un número muy especial ("tres eran tres las hijas del rey / tres eran tres y ninguna era buena"), y con este proyecto, nos confirman que los tríos a veces dan muy buenos resultados.
La primera caja (¡que ya va por la segunda edición!) está dedicada al mundo cruel. Bueno, a la relativa vida cruel. ¿Es cruel un científico que experimenta con animales para salvar vidas? ¿Es cruel un león que mata para alimentar a sus crías? ¿Quién es responsable en un accidente donde muere alguien? ¿Qué diferencias hay entre comer animales y seres humanos?
Preguntas con respuestas nada sencillas.
Porque a este proyecto, lo que menos le interesa son las respuestas. O sí, pero de otra manera. Los niños están acostumbrados a responder, responder, responder. Y, además, correctamente. Lo que proponen aquí no es la búsqueda de respuestas convergentes, es decir, que vayan al mismo lugar, sino divergentes, que despierten y aviven el pensamiento. Que hagan dudar, que sean el comienzo de un diálogo. Las 14 láminas con provocadoras escenas sirven como punto de partida para empezar a explorar el pensamiento de los niños. ¡Se admiten todo tipo de respuestas! Y si hay alguien a quien no le importaría comerse una sopa de gato, lo puede decir. Eso sí, se recomienda poder argumentar y, para ayudar a los adultos que muchas veces no sabrán qué decir cuando los niños prefieran ser desobedientes, las autoras han preparado una guía con preguntas, sugerencias para trabajar y maneras de usar este rico material.
La segunda caja, Yo persona, está dedicada a un importante tema: ¿cómo sabes que no eres un robot?. El cerebro, la vida automática, la bondad de la vida artificial, el poder de las máquinas, su responsabilidad, su uso, y qué significa cambiarse (o no) por otros, son cuestiones que, bajo la apariencia del juego, plantean a los niños los grandes conflictos de la ciencia. No en vano, el año pasado, la pregunta de la revista científica Edge fue: ¿qué piensas de las máquinas que piensan? Pregunta que, durante todo el año, mantuvo la cabeza ocupada a casi 200 pensantes. Con esta caja y esta sugerente exploración del tema de los robots también comenzamos a hacer pensar a los niños en las grandes cuestiones, en todo lo que nos hace humanos y, en especial, en la idea de ser único y diferente.
Si en la primera caja Daniela Martagón se decantó por una paleta de apenas tres colores en cada ficha, en esta salta a un registro más colorista, con escenas llenas de pequeños detalles en los que fijarse, con mucha más acción y dinamismo. Ya tengo curiosidad por ver cómo será la prometida caja tres, dedicada a la libertad.
A finales de los años 80 se introdujo en España el método de filosofía para niños de Matthew Lipman cuya teoría era muy sugerente pero los cuentos que utilizaba para incitar a preguntar eran tan poco literarios y tan utilitaristas que todo el programa tenía que entrar en la escuela con un calzador. Luego llegó Oscar Brenifier con sus ilustrados libros llenos de preguntas y situaciones para discutir. Y, desde hace años estamos usando libros como El Pato y la Muerte, o La gran Pregunta de Wolf Erlbruch, para hacer pensar un poquito a los niños en estas grandes cuestiones. Pero el gran y original aporte de estas cajas reside en la libertad de su uso (14 fichas con escenas que se pueden abordar de cualquier manera), en la pregunta como motivadora del diálogo, en su concepto visual, y en unas sugerencias de trabajo con niños (un cartel para mirar, tres láminas para dibujar nuestras propias escenas), además de un blog con muchas sugerencias para reflexionar sobre este proyecto.
Son cajas que implosionan en quien las abre: la mayoría de las veces a los adultos, que se dan cuenta de la cantidad de pólvora que contienen. Pero pólvora, según el diccionario, que es viveza, actividad y chispa. Esa que necesitamos con los niños para estar a la altura de sus ocurrencias. Esa que hace que la filosofía, ese asunto de los mayores, esté en manos de los más pequeños, ayudándoles a expresar sus intereses y emociones. Porque estas cajas no buscan educar, sino crear cabezas vivas y pensantes, capaces de discutir con argumentos y ser dueños de su pensamiento. Altamente explosivas y recomendadas.
Ellen Duthie & Daniela Martagón
Mundo cruel
Yo, persona
Wonder Ponder. Caja con 14 láminas + mapa + 3 láminas en blanco + guía de uso.
Las cajas pueden comprarse en la tienda online, o puedes consultar aquí sus puntos de venta.
Además, desde hace pocos días, también se encuentran en Argentina, publicadas por Ediciones Iamiqué.
Otros links de Wonder Ponder: