Sobre los buenos lectores y los malos lectores (a propósito de "La experiencia de leer" de C.S. Lewis)
Acabo de terminar de leer un libro de esos que me han acompañado a lo largo de los años. Un libro que, en las mudanzas, acababa en la caja de "mudar" y que hasta ahora no había tenido el tiempo de leer. Y me alegro de haberlo guardado y, sobre todo, de haber dispuesto de una buena tarde de lectura para darme cuenta de cuán valioso es. La experiencia de leer es un ensayo del escritor C.S. Lewis, autor sobre todo, y para muchos de nosotros, de los siete libros de las Crónicas de Narnia entre los que se encuentra el inolvidable: El león, la bruja y el armario.
En este libro, que se lee de una sentada y afilando varias veces el lápiz, el autor comparte una curiosa e interesante teoría: llevamos muchos años hablando de libros buenos y libros malos. Pero ¿qué pasa si en lugar de eso empezamos a hablar de lectores buenos y lectores malos? Un ejercicio muy interesante que tiene numerosas conexiones con el trabajo que hacemos con los libros para niños. Ya he contado aquí varias veces que sabemos poco sobre la recepción de los libros y sobre cómo los niños viven sus experiencias de lectura, en contraste muchas veces, a las nuestras como mediadores. Lo que Lewis explora en su texto nos da mucha ideas, no sólo sobre los lectores sino sobre nosotros mismos.
En su investigación (pues para él es un ensayo experimental tal y como lo dice el título de la edición original: An Experiment in Criticism), Lewis renuncia a ideas como que la literatura debe valorarse porque nos dice verdades sobre la vida, o contribuye a nuestra formación cultural, y prefiere enfocarse en la práctica y experiencia literaria dentro de ellas. Los libros que están en un anaquel sólo son literatura potencial. Así que, desde la perspectiva de un lector ¿Qué valor tiene interesarse por historias que narran cosas que nunca han sucedido o concentrarse para imaginar cosas que jamás podrían existir? Y ¿por qué unos lectores lo hacen de una manera superficial y otros lo hacen con la imaginación atenta y fecunda?
A estos dos lectores se refiere a lo largo del libro. El primero es el que encasilla en mayoritario por su gusto hacia lo popular. Luego estaría el minoritario. Aquí van algunos rasgos de ambos:
El mal lector lee para entretenerse, para "pasar el tiempo" y no duda en abandonar la lectura si aparece algo mejor. Al terminar de leer un libro, no parece que nada cambie en su interior. Rara vez piensa en los libros leídos y apenas habla sobre ellos. Lee cuando no tiene nada mejor que hacer y devora los libros para "descubrir qué sucedió". Casi nunda los relee. Solamente lee textos narrativos. No tiene oído, sólo lee con los ojos. Tampoco es sensible al estilo. Prefiere narraciones en las que el elemento verbal se reduce al mínimo y son "rápidas": siempre tiene que estar sucediendo algo. En un relato rápido sólo hay hechos. Prefiere los clichés ("se le heló la sangre") en lugar de las descripciones que lleven a esa emoción. Prefiere que el autor sea emocionante, que excite su curiosidad (de ahí la gran popularidad de la novela policíaca y de misterio).
El segundo tipo de lector, el bueno, el que tiene sensibilidad literaria, está buscando siempre tiempo y silencio para entregarse a la lectura, concentrando toda su atención en ella. Está más interesado en interpretar o resumir su propia experiencia, y dedica tiempo a comentar sus lecturas con los demás. Experimenta emociones profundas. Puede leer un libro varias veces. Tiene una imaginación atenta, que le permite utilizar cualquier descripción para explorar sus emociones.
Sin embargo, no todo es tan sencillo. Como el propio Lewis indica, un mismo libro puede leerse de diferentes maneras y depende tanto de la experiencia como de razones culturales y sociales. Por ello adelanta una definición: Lo que condena un libro no es la existencia de malas lecturas, sino la ausencia de buenas. Desde el punto de vista ideal, nos gustaría poder definir un buen libro como el que "permite, propone o impone" una buena lectura.
Aquí hago una pausa para preguntarme ¿qué tipo de lector estamos propiciando? Aunque Lewis no indaga en este asunto, sí explica cómo se ejercita el "músculo mental" que nos lleva a ser buenos lectores. Básicamente dice que después de haber acompañado a una obra con todos nuestros sentidos, nos sentimos inclinados a hacer una serie de reflexiones muy interesantes. Ahora bien, ¿qué ocurre si el tipo de libros que ofrecemos a los niños no permiten que el artista pueda guiar nuestro sentimiento y fantasía "matiz por matiz, elevándolos mediante levísimas modificaciones"? ¿Qué ocurre con todos esos libros "sobre" algo importantísimo que los escritores, editores e ilustradores quieren contarle a los niños para que quede claro? ¿Qué ocurre cuando la literatura se convierte en una religión, en una filosofía, en una escuela de moral, una psicoterapia, una sociología? Y en este punto de mis elucubraciones subrayé furiosamente este párrafo:
Nuestra preocupación por hacer algo con las obras prácticamente impide que éstas puedan obrar de alguna manera sobre nosotros. De forma que, cada vez más, en lugar de encontrarnos con ellas, lo que hacemos es encontrarnos con nosotros mismos. Ahora bien: uno de los efectos más importantes del arte consiste en desviar nuestra mirada de esa imagen especular, en librarnos de esa soledad. Cuando leemos "literatura de conocimiento" lo hacemos con la esperanza de llegar a pensar mejor y con más claridad. Yo diría que cuando, en cambio, leemos obras de imaginación nos interesa mucho menos modificar nuestras opiniones (...) que participar plenamente en las opiniones de otras personas.
Hay mucho para pensar y reflexionar en este libro. A pesar de estar escrito en 1961 y llegar al español en el año 2000 no es raro que se haya convertido en una obra de referencia para pensar en la lectura, la literatura y los lectores. Cierro con una de sus frases finales:
La experiencia literaria cura la herida de la individualidad, sin socavar sus privilegios. Hay emociones colectivas que también curan esa herida pero destruyen los privilegios. En ellas nuestra identidad personal se funde con la de los demás y retrocedemos hasta el nivel de la sub-individualidad. En cambio, cuando leo gran literatura me convierto en mil personas diferentes sin dejar de ser yo mismo.
C.S.Lewis
La experiencia de leer.
Alba Editorial. 142 págs. 15€