Sobre literatura infantil y censura
¿Censura y literatura infantil? ¿Pero eso qué es? (risas). Y, bueno, ahora en serio: ¿alguno de nosotros ha censurado alguna vez un libro? Pero ¿qué significa exactamente censurar? ¿No recomendar algún libro? (en este caso, me temo que todos los mediadores lo somos en alguna medida), ¿o indicar explícitamente libros que no deberían ser leídos por los niños? Esto ya es otra cosa. Y de este "cuidado" por las lecturas de los niños nos gustaría hablar en esta entrada a raíz de un librito publicado en México y titulado: Niños, niggers, Muggles. Sobre literatura infantil y censura, de Elisa Corona Aguilar (Deleátur, 2012).
Elisa Corona Aguilar, "escritora, traductora y guitarrista" como indica la solapa editorial, ha abordado en este libro tres casos de libros/autores censurados.
a) Huckleberry Finn, de Mark Twain
b) Roald Dahl
c) Harry Potter
Tres casos interesantes porque
a) se trata de un clásico que nadie lee ya, y... en ese caso, a quién le importa la censura
b) Es uno de los escritores más leídos y queridos por los niños
c) Sus libros supusieron millones de lecturas en todo el mundo
Esto nos lleva a una primera reflexión: la censura no sirve para nada, dado que en b) y c) los libros han sido devorados mientras los adultos se enzarzaban en peleas, discusiones, prohibiciones y otras actividades que a los niños les dejaban indiferentes.
Lo que este libro nos trae entonces es el recordatorio de la tensión entre educación y literatura que ha acompañado la producción y difusión de los libros para niños desde que apareció la alfabetización y, con ella, el control de las lecturas. Ya hemos hablado de esto en nuestro blog a raíz del tema del neo-sexismo en los libros para niños.
Elisa Corona Aguilar presenta un capítulo general para justificar su estudio y recordarnos los tres temas más censurados: sexualidad, religión y educación, para dar paso en cada uno de los capítulos sucesivos a tratar cada uno de los ejemplos que ha elegido.
En el capítulo dedicado a Huckleberry Finn, además de sus acertadas observaciones sobre la historia de un libro censurado desde su primera edición, plantea que uno de los debates contemporáneos más interesantes ha sido el testimonio de la escritora (afroamericana, para que nadie diga nada) que se dedica a instruir a las escuelas sobre cómo enseñar y que justamente valora de este libro la discusión que puede generar:
"La raza es uno de los temas más complejos en nuestro país. Y no podemos ni hablar de ello. A veces se necesita algo que encienda la chispa de la controversia"
Los niños pueden hablar de sus lecturas, ¿no? Y pueden ser ayudados por los adultos a entender que libros del pasado no pueden leerse con los parámetros del presente. A fin de cuentas, uno de los objetivos de la educación es que los niños formen sus propias opiniones justificadas.
Para los que no vivimos en un país tan multicultural y multiracial, lo que puede ocurrir es que los niños ni siquiera perciban el tono "racista" que ha sido el origen de su controversia. Incluso en Estados Unidos, como indica Corona Aguilar, muchos de los demandantes confiesan que "este terrible descubrimiento sobrevino años después de haberlo leído, hasta la segunda o tercera lectura, pues cuando lo leyeron por primera vez, de niños, la idea de que el libro fuera racista ni siquiera cruzó por sus mentes".
Foto Brian Moody
Ese anacronismo tampoco debería emplearse en valorar las opiniones que en el pasado emitieron los colegas de alguien como Roald Dahl (segundo caso), como la que cita la escritora Eleanor Cameron que calificó la obra del autor galés como "uno de los más desabridos libros jamás escrito para niños". Las disputas en torno a los personajes de Dahl son largas y jugosas. Como cuando, por ejemplo, tuvo que cambiar a los Oompa-Lompas de su primera versión donde provenían de África, por otra más neutra. Aunque Dahl se refirió en ese momento a la contradicción de que nadie dijera que los niños blancos eran horribles, la reivindicación de ciertos grupos que velan por una eterna imagen degradada resulta de lo más interesante. Es muy jugoso este capítulo en lo que se refiere a esas maneras de interpretar y que, en palabras de Corona Aguilar,
"La costumbre de injertar significados externos a la literatura no sólo la vuelve confusa y empobrece los placeres que hay en ella, sino que convierte al lector en una especie de analfabeto potencial que en todas las direcciones ve siempre las mismas ofensas que en realidad provienen de sus muy personales angustias"
Sí,y en este sentido, un censor es siempre un mal lector.
Y, en fin, el último capítulo, dedicado a Harry Potter es un buen recordatorio de la historia del libro y de su autora, de la locura desatada por la lectura de la serie y de cómo, a raiz de la gran popularidad, comienzan a sonar las alarmas en escuelas y bibliotecas. Después de la prohibición en una escuela de Michigan, los estudiantes abrieron un sitio en internet para hablar de la censura y ayudar a otros niños a defenderse y luchar por sus derechos. ¿Acaso no hay algo muy emocionante en millones de niños esperando impacientemente la próxima aventura de su héroe, mientras las cajas que llevan los libros se custodian como si fueran tesoros?
Elisa con su guitarra
Como indica Roald Dahl en una cita que recoge la autora, "los niños de ahora, cuando sostienen un libro en las manos, saben que en el cuarto de al lado está la televisión". Y, si levantara la cabeza de su tumba, ahora estarían internet y los móviles.
Muy recomendable este libro para aquellos mediadores de literatura infantil, docentes, bibliotecarios, y padres. De lectura sencilla y elocuente, con mucha información y reflexión.