Seis ideas de "Educar en el asombro" de Catherine L´ Ecuyer que podemos usar para crear lectores
Ha sido el fenómeno editorial del año, al menos en cuestiones educativas. El libro de Catherine L´Ecuyer, Educar en el asombro (Plataforma editorial, 2013) ya va por la 10ª edición y ha recibido mucha atención de los medios de comunicación. Las cuestiones que la autora plantea son, básicamente, cómo educar en estos tiempos de frenesí y mucha acción, y nos devuelve la imagen de un niño -de todos los niños- capaces de asombrarse si les dejamos el espacio que necesitan y les escuchamos. A los que trabajamos en promoción de lectura nos inquieta ver que ese mundo tan acelerado acaba llegando a nuestras relaciones con los niños y la lectura. Mientras leía el libro me dí cuenta de que hay muchas actitudes recomendadas por la autora que podemos volver a pensar en nuestro trabajo de promoción de la lectura.
La cita con la que abre sus reflexiones, de G.K.Chesterton, me encantó:
Cuando muy niños, no necesitamos cuentos de hadas, sino simplemente cuentos. La vida es de por sí bastante interesante. A un niño de siete años puede emocionarle que Perico, al abrir la puerta, se encuentre con un dragón; pero a un niño de tres años le emociona ya bastante que Perico abra la puerta
Lo que L´Ecuyer plantea son ideas que tienen que ver con mirar nuevamente a los niños, pensar en su naturaleza, respetar su inocencia, sus ritmos, su sentido del misterio y su necesidad de belleza. Y, sobre todo, mantener esa llama natural que es el asombro: Educar en el asombro es dejar que nuestros hijos acerquen la mirada hacia la cerradura de una puerta que da al mundo real.
Hay muchas referencias en este libro a la lectura y a la necesidad de crear ese espacio para que la infancia no pierda su capacidad de preguntar, observar e inventar. Según la autora, si tenemos en cuenta esto, conseguiremos que para los niños sea más natural leer novelas y que encuentre placenteras las largas y bellas descripciones de los lugares y de los rasgos de carácter de los personajes. No se aburrirá con los escritos de autores como Cervantes, Tolkien y C.S. Lewis. (p.57). Ahí es nada, esta promesa.
El libro tiene muchas sugerencias sobre lo que debería ser la educación en un mundo moderno y lo que podemos hacer para motivar a los hijos y alumnos. A través de una exploración de cómo es la naturaleza de un niño y de cómo aprende, se ofrecen numerosas ideas para nuestro trabajo diario. Así que recomendamos ampliamente su lectura. Las seis que hemos seleccionado aquí se pueden aplicar a nuestra reflexión para acompañar a los lectores.
Aquí van:
1 La libertad interior, el caos controlado del juego libre
Los niños sienten muy pocas ataduras. (...) No es preciso motivar al niño a priori, presentándole cosas extraordinarias y espectaculares, sustituyendo su imaginación para moverle a actuar de forma determinada. En segundo lugar, y sólo en segundo lugar, hay que estructurar la transmisión de conocimiento contando con la motivación del niño, palanca que procede del proceso de descubrimiento iniciado por él mismo y de la invención y el descubrimiento. (p.72)
2 El silencio
Para los sobreestimulados, el silencio ensordece.
Es importante rodear al niño de un entorno que sepa equilibrar silencio, palabras, imágenes y sonido. El silencio es una variable que se ha olvidado en el proceso de aprendizaje (p.116)
3 La rutina
Cuando la rutina se humaniza, se convierte en ritual. El niño relaciona la rutina con un momento de afecto
4 El misterio
Los niños están fascinados ante el misterio porque ven en ello una oportunidad de conocer infinita. Y como los niños nacen con asombro y el asombro es el deseo de conocer, el misterio les fascina (p.130)
La pérdida del sentido del misterio también lleva a la pérdida de la inocencia, adelantando etapas que no tocan (p.132)
5 La belleza
Si los niños tienen capacidad para asombrarse por la belleza, ¿por qué la tapamos con lo feo como un sobreestímulo?
6 El papel de la cultura
La cultura es la expresión de la manera de pensar y de sentir. Se transmite por los libros, por los juguetes, imágenes, palabras, la música, la forma de vestir, de hablar, la televisión, las películas, y a través de la vivencia de cada una de las personas que están en contacto con nuestro hijo.