Salir de casa: emigrar, inmigrar. Algunas reflexiones sobre literatura infantil
Chiara Carrer
Es difícil sustraer la mirada y el pensamiento de las noticias que llegan cada día con los cientos de desplazados buscando un lugar nuevo para vivir. El ser humano se ha movido desde que estiró las piernas: unas veces de manera voluntaria, otras por obligación. Sin embargo, los procesos de adaptación son muy diferentes y la literatura infantil ha reflejado esto muy bien. Es muy fácil hacer una lista de libros para niños donde los protagonistas salen de casa en busca de aventuras o porque, simplemente, tienen que hacerlo. Pero las migraciones reales son otra cosa. Y así, una tarde lluviosa, miré algunos libros sobre este tema.
El primero que volví a releer es el estupendo ensayo publicado por Gretel en colaboración con el Banco del Libro, La literatura que acoge: inmigración y lectura de álbumes, coordinado por Teresa Colomer y Martina Fittipaldi, que recopila 14 textos de experiencias con niños relacionadas con este tema. A la literatura infantil siempre se le están pidiendo muchas cosas: que sea pedagógica, que sea inclusiva, que muestre la realidad, que permita la evasión... y la vida multicultural también es una petición más. Como indica Teresa Colomer la literatura contribuye a la articulación y conjugación de las identidades culturales de cada persona y permite visualizar que, cuanto más arraigada es la experiencia en una cultura concreta, en más universal se convierte. El libro tiene su foco en los lectores y sus reacciones antes el corpus de libros seleccionados (y, por lo tanto: en la importancia de la mediación, las discusiones, la recepción y la planificación en el aula). Un libro único por lo monográfico de la investigación y lleno de ideas sobre cómo funcionan estos libros con los receptores. En el blog de Cuatrogatos hay una reseña que te cuenta más.
Uno de los libros que aparecen en este ensayo es, como no podía ser de otra manera, Emigrantes de Shaun Tan (Barbara Fiore), un libro deslumbrante que maravilla a los adultos y desconcierta a los niños por la cantidad de referencias históricas y culturales que no están tan presentes en la actualidad (los álbumes de fotos de color sepia, los viajeros de antes, esas maletas de cartón atadas con un cincho), pero sobre todo, por un alto componente emocional personificado en algunos elementos fantásticos. Un libro sin texto, en el que esta ausencia escrita busca provocar en los lectores un cambio de perspectiva. Shaun Tan quiere transmitir a sus lectores las tensiones de sus personajes, tal y como él mismo lo cuenta: el protagonista no puede leer ni comprender nada, así que el lector tampoco debería poder. Se ha escrito mucho sobre este libro (aquí un excelente análisis de Marcela Carranza) y no creo que pueda añadir más sobre su belleza, y cómo un libro álbum publicado en el 2006 rompió los esquemas de etiquetas como "álbum" o "infantil".
Hay una parte grande de libros que enfocan su mirada al desgarro de la pérdida y a la incertidumbre de ese nuevo lugar, a veces hostil. La Isla, de Armin Greder (Lóguez), Migrar, de Juan Manuel Mateo y Javier Martínez Pedro (Tecolote/Kalandraka), que utilizan el color como acentuador de sentimientos (negro, gris...). Y otros que se dirigen a un público más lector, capaz de entender los matices de una situación así. Mis favoritos, en el ámbito latinoamericano, son Stefano, de María Teresa Andruetto (SM); Las cartas de Alain, de Enrique Pérez (Anaya) y La jaula del unicornio de Hilda Perera (Noguer).
En fin, para quienes quieran un listado muy interesante, recomiendo el de Club Kirico, Salir de casa. Guía de lecturas sobre la inmigración (aquí se accede al pdf).
Pero lo que de verdad me apetecía releyendo todos estos libros, era indagar un poco en conceptos relacionados con la inmigración. Conceptos como casa, como regresar, como hogar, como memoria y recuerdo. No todos los emigrantes lo hacen en situación desesperada. No todos tienen la misma experiencia. Y, desde luego, la infancia suele tener una visión muy diferente de lo que es moverse y cambiar de sitio. Uno de mis libros favoritos en este sentido es Madlenka, de Peter Sís (Lumen). Una niña alegre y divertida que baja a su barrio a compartir la noticia de que un diente se le va a caer. El viaje por su barrio, lleno de inmigrantes, es un homenaje a las diferentes culturas, a la riqueza que cada uno aporta a su vida en sus pequeños comercios, a sus diferentes imaginarios. Es un viaje en el que el lector participa pues hay páginas que se pueden girar, perspectivas interesantes y una simbología que el autor no quiere explicar pero sí mostrar. Claro, ocurre en la ciudad de Nueva York, uno de los lugares más emocionantes para hablar de inmigración.
También en Nueva York transcurre la historia El diario de las cajas de fósforos de Paul Fleischman (Juventud) con ilustraciones de Bagran Ibatoulline. Una niña visita a su abuelo y encuentra una caja de puros que guarda en su interior muchas cajitas de cerillas, cada una con un objeto. El abuelo le dice: "elige un objeto y te contaré su historia". Y es que la historia del abuelo, italiano emigrado a Estados Unidos comienza cuando es niño y no sabe leer ni escribir, pero quiere ir trazando un diario de lo que le ocurre. Un diario con objetos que son su memoria y recuerdo. Un encuentro entre dos generaciones y dos experiencias narrado con palabras y objetos en un original libro que invitará a pensar muchas cuestiones sociales, históricas, humanas y personales.
Si hay un símbolo de hogar y de lugar, es el de una casa. Y este libro de Chiara Carrer, A cada quien su casa (Petra Ediciones) es una sutil y filosófica exploración, con texto e imágenes, sobre un lugar y un espacio físico que tiene muchas implicaciones filosóficas. Un lugar de protección, de crecimiento, de rutinas, con un adentro y un afuera que marcan los límites, con una personalidad. Pero también con la historia de quienes han vivido en ella. Con una identidad. Chiara Carrer nos asombra en este nuevo libro con un rico mundo visual que nos pasea por texturas, colores y formas que amplifican el significado de los poéticos textos. Casas deshabitadas, queridas, extrañadas, casas con vecinos y muros, con amaneceres y olorosas comidas, con rutinas interrumpidas por imágenes cuya función es revelar el misterio de los sentimientos que giran alrededor de este lugar, tan cargado, tan metafórico y poético.
Esta cuidada edición (entelada,con sobrecamisa y marcapáginas), tiene, además, el tamaño justo para que se abra entre las manos, para que cada página aparezca como un reto y una poesía visual. Nos da una medida real e intimista de un lugar que
Hemos comenzado con un libro sin palabras y terminamos con otro. Este, además, es el de un regreso a una casa. El regreso también es una palabra asociada a la emigración. Una palabra con muchas connotaciones: el deseo de regresar, el miedo a hacerlo, la decepción, la alegría, el reencuentro... Es una palabra instalada desde el primer minuto del viaje. Y no todos lo pueden hacer. En O regresso de la ilustradora rusa afincada en Francia, Natalia Chernysheva (Bruaá editora), una niña regresa al seguramente lugar de su infancia, donde su abuela vive todavía y con la que consigue hacer un segundo viaje a sus recuerdos de infancia. Una historia encantadora que, de hecho, fue realizada primero como animación y posteriormente, a petición de los editores portugueses, convertida en libro.
Y aquí está la animación de este divertido viaje.