En 1775 Anna Laetitia Barbauld tiene 32 años. Hace un año que se ha casado con Rochemont, seis años más joven que ella, y escribe una carta a su hermano menor quien ya tiene cuatro hijos:
«Soy consciente de que no es poca cosa lo que pedimos. Tampoco puede ser fácil para un padre separarse de un hijo. Yo diría que, de entre varios, es más fácil que uno se salve. Aunque el hecho de que una persona tenga o no hijos supone una diferencia muy importante en la felicidad: creo que supone poca o ninguna diferencia si tiene tres o cuatro, cinco o seis, porque cuatro o cinco son suficientes para ejercer todo su caudal de cuidados y afectos. Deberíamos ganar, pero usted no perdería».
El hermano John Aikin, con quien escribiría una serie de exitosos volúmenes titulado Evenings at Home [Tardes en casa] le daría para adoptar al segundo de sus hijos, Charles, quien se convertiría en hijo, pupilo y destinatario de sus inquietudes pedagógicas.
Barbauld perteneció a una sociedad británica con tres reinados, varias guerras, el desarrollo industrial, avances en estudios científicos y extraordinarias transformaciones sociales, políticas y artísticas. Su madre dijo que con veinte meses ya sabía leer y algo de eso es cierto cuando, con seis, dominaba el francés y el italiano, además de su lengua natal, el inglés. Posteriormente aprendería griego y latín y el amor hacia la poesía y la escritura estaría presente en toda su formación. Su familia pertenecía a los Unitaristas: creyentes monoteístas más liberales que los católicos. El padre había fundado la escuela británica más progresista del momento y Barbauld tuvo acceso desde pequeña al círculo intelectual y a una formación inusual que incluía botánica, geología y química. Su amor hacia la naturaleza era tal que escribió a su hermano después de leer un trabajo suyo:
«Espero que tu ensayo haga bajar a nuestros poetas de las buhardillas para vagar por los campos y cazar ardillas. Soy claramente de su opinión que la única posibilidad que tenemos de novedad es mediante una observación más precisa de las formas de la naturaleza».
Junto con su marido fundó una escuela donde ponía en práctica todas sus ideas sobre la educación: no sólo rechazó las ideas de Locke y de Rousseau sino que, para ella, «la educación está presente en cada instante, no se puede detenerla ni cambiar su curso». Creía fervientemente en la importancia del hogar como espacio educativo y la pedagogía debía estar orientada a la curiosidad, la observación y el respeto. Además de libros de poemas muy celebrados en la época (se dice que sus Hymns in Prose for Children tuvo una gran influencia en las Canciones de inocencia y experiencia de William Blake), escribió algunos libros de no ficción.
Uno de ellos, y aquí entro en el tema que me interesa, fue Lessons for Children basado en el método que utilizaba para enseñar a leer a su sobrino e hijo adoptivo, Charles. Publicado en cuatro partes, por primera vez la lectura se enseñaba de manera graduada y en el primer volumen dijo:
Entre la multitud de libros supuestamente escritos para niños, no hay ninguno adaptado a la comprensión de un niño de dos o tres años.
¡De dos a tres años! Es evidente que Barbauld consideraba que, si ella había podido hacerlo, el resto de los niños, también. Pero, por primera vez, se dejaban a un lado conceptos morales y abstractos para mostrar ideas del mundo real: sonidos, flora, fauna, imágenes del pueblo rural y la vida diaria de un niño. Además, a diferencia de otros libros similares, una mujer era la docente, que se apropiaba de un lenguaje científico para devolverlo con su mirada femenina. Ella invitaba a observar la naturaleza sin intrusión, casi como una filósofa, y en sus libros los niños son activos y participan en la conversación y la discusión.
Sin embargo, el mayor logro de Barbauld, fue haber exigido un diseño de la página acorde con la edad: palabras separadas, páginas con blancos, poco texto en cada página y una lenta acumulación de conocimiento y pensamiento lógico adecuado a cada edad. Su rechazo a un tipo de letra pequeño en favor de tipos claros y grandes impresos en papel de buena calidad por una sola cara, supusieron toda una novedad en la enseñanza de la lectura, en especial el libro dedicado a los dos/tres años. Aquí hay un ejemplo de su propuesta:
El pan es para comer, no hay que tirarlo.
El maíz hace pan.
El maíz crece en los campos.
La hierba crece en los campos.
Las vacas comen pasto y las ovejas comen
hierba y los caballos comen hierba.
Los niños pequeños no comen pasto:
no, comen pan y leche.
La progresión del conocimiento se hace acorde a la edad. Por ejemplo, para cuatro años, ya no es suficiente que se sepa que un caballo tiene cuatro patas, sino que un animal con cuatro patas se llama “cuadrúpedo. La vaca es un cuadrúpedo: y el perro, y el león, y todos los animales”.
Barbauld fue una mujer que tuvo una voz pública en un tiempo donde las mujeres no la tenían, fue una apasionada de las ideas políticas de su tiempo que le costaron numerosas críticas, y, en un momento de escasos materiales educativos, habló de la educación de las niñas, de la promoción de la ciencia, dio argumentos contra la guerra y sugirió códigos morales basados en la razón. Estos libros fueron utilizados hasta finales del siglo XIX.
Con ochenta años, escribió un poema titulado Vida sobre el que el poeta Wordsworth dijo de esta estrofa: "No tengo la costumbre de envidiar a otras personas por sus cosas buenas, pero desearía haber escrito esas líneas".
¡Vida! Hemos estado juntos durante mucho tiempo,
en tiempos agradables y nublados;
Es difícil separarse cuando los amigos son queridos;
Quizás cueste un suspiro, una lágrima;
Luego escápate, da pocas advertencias,
elige tu propio tiempo;
No digas buenas noches, pero en algún clima más luminoso
dame los buenos días.
Creo que con esta carta cierro un ciclo dedicado a mujeres en la literatura infantil, justo cuando estoy a punto de entregar mi ensayo. ¡Pronto vuelven mis recomendaciones de lectura y artículos más generales! Gracias por la paciencia de leerme, este espacio ha sido un bonito complemento para mi escritura.
Sé que este personaje es bastante desconocido en nuestro entorno pero, como siempre, te invito a comentar, corazonear o compartirlo con quien quieras.
¡Hasta diciembre!
Gracias por estos escritos monotemáticos de descubrimiento continuado.
Te sigo leyendo
Es una joya para alimentar la reflexión sobre la importancia de enriquecer el universo semántico infantil. Y el reto de llevar está idea a las editoriales que producen libros para los más pequeños.