Los deberes del lector
Hace pocos años nos deleitamos (y todavía hoy) con aquella lista que publicó Daniel Pennac en su libro Como una novela sobre los derechos del lector. Incluso Quentin Blake lo resumió de forma divertida con unos dibujos que han circulado mucho por la red.
Fue un gran alivio poder compartir esas formas de leer y de usar los libros que muchos disfrutamos frente a una tradición discursiva de lecturas por "obligación".
Para los que quieran recordarlos, aquí van: 1) El derecho a no leer. 2) El derecho a saltarse páginas. 3) El derecho a no terminar un libro. 4) El derecho a releer. 5) El derecho a leer cualquier cosa. 6) El derecho al bovarismo (enfermedad textualmente transmisible). 7) El derecho a leer en cualquier parte. 8) El derecho a picotear. 9) El derecho a leer en voz alta. 10) El derecho a callarnos. Lo que ocurre es que para ejercer derechos hay que haber hecho antes los deberes ¿no?. Así que aquí nos preguntamos ¿cuáles son esos deberes del lector? ¿Estamos pensando en un lector que debe entrenarse y practicar para ir ascendiendo en sus niveles de lectura, o nos basta con tener lectores para los que la lectura es, simplemente, pasar el rato y divertirse?
Uno de los libros que me ha llevado a pensar en esto es un manual clásico que lleva vendidos millones de ejemplares desde su primera edición. Cómo leer un libro, de Mortimer Adler, publicado en los años cuarenta en Estados Unidos, cuando la lectura era una actividad con buena imagen social y capaz de hacer escalar puestos en los grupos sociales. El libro tuvo una traducción al español en la editorial Debate, pero en la actualidad está descatalogado. Para los que se animen, la lectura en inglés es fácil y muy productiva. Adler indica, paso a paso, qué hacer para pasar de la categoría "lectura para pasar el rato" a otra más exigente y sofisticada. No hay muchos libros sobre cómo leen los escritores. Ellos escriben mucho sobre sus lecturas favoritas, pero no dan pistas de cómo y por qué comienzan a leer un libro ni de sus estrategias para examinar críticamente lo que leen. La lectura también es un entrenamiento que nos permite avanzar hacia libros de mayor concentración y exigencia.
Otro libro iluminador en este sentido es el del crítico y editor Constantino Bértolo, La cena de los notables (ed. Periférica) donde rompe muchos tópicos sobre cómo funciona un lector. Bértolo, entre otras muchas cosas interesantes (la función del crítico, sus interpretaciones de varios clásicos de la literatura), dice que eso del diálogo del lector con el texto no existe. No existe porque es el propio lector el que abre y cierra el libro y el que decide si lo tira a la basura o lo trata de entender sin que el texto pueda reclamar nada. El lector acude a su bagaje intelectual y vital que se basa, en muchas ocasiones, en su trayectoria lectora. Para Bértolo, lo que denomina la "geología de la lectura" incluye: 1.lo textual, 2.lo autobiográfico, 3.lo metaliterario y 4. lo ideológico. La mezcla de estos componentes daría lugar a un lector ideal, aunque reconoce que muchos lectores no pasan del punto 2, y buscan en la lectura únicamente, la proyección del yo. Es lo que Bértolo denomina "lectura adolescente".
Con la provechosa lectura de estos libros y una pregunta lanzada a nuestros lectores, me atrevo a hacer esta pequeña lista de deberes:
El lector asume retos. No teme el esfuerzo de leer un libro no elegido: uno que nos han recomendado, otro que necesitamos para un trabajo, o incluso aquel que trata un tema completamente nuevo. Es un deber al que se llega con esfuerzo y disciplina (dos palabras, por cierto, mal vistas hoy en día).
El lector indaga qué libro va a leer. Se informa sobre el autor, lee la contracubierta, lo ojea, echa un vistazo a un párrafo y se pregunta qué sabe sobre ello. Según lo que averigue, elige su estrategia de lectura. Las cuatro preguntas que, según Adler, se hace el lector exigente son: ¿sobre qué trata el libro en su conjunto? ¿Qué dice en detalle y cómo lo dice? ¿Es el libro verdad, total y parcialmente? y ¿Qué importancia tiene?
Elige la forma de leerlo más cómoda en función del tipo de libro. Todos tenemos lecturas para el baño, para antes de dormir, para una tarde larga y para un viaje en tren. Es un deber del lector dar la oportunidad correcta al libro para poder aprovecharlo mejor.
El lector formula preguntas sobre lo que está leyendo. Intercala juicios personales con lo que lee. Establece inferencias, es decir, conexiones entre su vida, sus lecturas previas, y su forma de pensar sobre lo que le rodea. La lectura analítica, como indica Adler, es intensamente activa. El lector trabaja para apropiarse del libro y, para ello, utiliza todos los recursos a su alcance.
Interactúa. No sólo de pensamiento sino también físicamente. Se detiene a pensar en el significado de un párrafo, regresa a otra página. Subraya, toma notas, dobla páginas si necesita revisar alguna parte, consulta un diccionario, marca lugares para regresar, hace rayas en los márgenes y emplea círculos en palabras.
El lector tiene el deber de ejercitar un pensamiento crítico. Esto significa, que recibe, interpreta, discrimina y juzga lo que lee.
Al juzgar lo que lee, está de acuerdo o no con lo que el texto expresa. El autor es alguien de quien podemos disentir, al igual que con todos los demás lectores de ese texto. Un libro no tiene un significado único para todos. Según Bértolo, la capacidad de simultanear los cuatro planos de la "geología lectora" y del juego de relaciones que los lectores mantengan con ella dará como resultado una lectura personal y crítica.
Paciencia, imaginación, tiempo y trabajo. La lectura teje una red con otras lecturas, es como un juego interactivo: para jugar, hay que estar dispuesto y conocer sus reglas.