Listamanía: La vida interior en casa. 10 libros maravillosos
La literatura infantil está llena de vida interior: dormitorios llenos de juguetes, camas infantiles, cocinas, casas, habitaciones con sus objetos o donde pasan cosas extrañas... solo tenemos que recordar el cuarto de Max, el protagonista de Donde viven los monstruos, desde donde comienza su viaje iniciático. El hogar, el entorno más frecuentado por los pequeños durante su infancia, se ha convertido en estos días en el lugar más importante. Y para celebrar este espacio, va una selección de libros cuyo interior es un gran protagonista.
Resulta interesante observar que, en los libros del siglo pasado, los niños estaban solos en sus juegos, inventando mundos y siendo ellos los principales actores de la historia. En los libros contemporáneos la presencia de padres y madres es muy notoria, siendo ellos casi los protagonistas y mostrando, tal vez, cómo en este siglo los adultos controlan más a la infancia y su vida privada.
Tres ejemplos del primer caso.
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En Una pesadilla en mi armario, el clásico de Mercer Mayer (Kalandraka), es el niño quien está todo el tiempo solo en su habitación con sus miedos y temores y es él mismo quien encuentra la solución. Su habitación me encanta, con esas sombras oscuras, el vació del suelo con los juguetes y el movimiento de la cortina con la puerta abierta que anuncian cosas.
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En el libro En el desván, de Hiawyn Oram con ilustraciones de Satoshi Kitamura (FCE), el protagonista admite abiertamente que se aburre y, aunque vive rodeado de juguetes, no es sino cuando sube al desván usando la escalera del cochecito de bomberos, que encuentra un mundo lleno de fantasía y color donde él es el rey. No en vano, en la simbología de la casa, los pisos superiores corresponden al pensamiento y la cabeza. Cuando ha finalizado su aventura, baja a contárselo a su mamá quien le dice que en su casa no hay ningún desván. Vemos aquí, además, cómo los adultos, lejos de participar en los juegos de los pequeños, procuran mantenerse alejados de sus fantasías.
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Otro ejemplo similar ocurre en casi todos los libros de la ilustradora británica Laurend Child. Los niños protagonistas andan a sus anchas con sus ideas y ocurrencias, con sus conversaciones alejadas de la mirada de los adultos y con mucho mucho humor. Muchos de sus libros transcurren en coloridas casas y me gusta especialmente Nunca jamás comeré tomates (Serres /Descatalogado pero lo encuentras en muchas bibliotecas), por el tema de la comida y por cómo ha introducido collages en sus dibujos.
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Los cuentos tradicionales están llenos de casas. Casas felices e infelices, donde ocurren cosas prodigiosas, de donde salen de aventuras, muchas veces de donde se abandonan a los niños que desean regresar. El imaginario colectivo está lleno de casitas, casi cabañas, a dos aguas, con un hogar de fuego. Pero el libro que quería traer es la versión de Hansel y Gretel de Anthony Browne (FCE) con esa habitación desordenada de los padres cuyo color rosa no atenúa nada el desastre familiar.
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O la versión de Gabriela Mistral Blanca Nieve en casa de los enanos (Amanuta) donde la ilustradora Paloma Valdivia ha roto con el imaginario en blanco y negro para darnos una versión gráfica casi moderna del cuento.
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Como libro de transición (para la presencia masiva de adultos en los juegos infantiles) he elegido la entrañable serie de César y Ernestina, de Gabrielle Vincent (hay muchas ediciones, desde las desaparecidas de la colección Veo Veo de Plaza Janés, o las de Altea, todas ellas descatalogadas). Las pequeñas aventuras llenas de cariño y atención del grandullón de Cesar y la adorada Ernestina, nos han dado muchas escenas domésticas que nos han hecho soñar muchas veces con hogares similares. Esta ilustración pertenece al libro César y Erenestina y la tía de Norteamérica.
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Es cierto, son animales, y hasta ahora íbamos muy bien con las representaciones humanas. Pero no he podido resistirme, al igual que con este otro libro de Gilles Bachellet, La esposa del conejo blanco (Pípala) porque ¿acaso hay un libro que muestre tan bien lo que es el interior de una casa con niños. La historia del conejo blanco la conocemos bastante bien: todo el día corriendo de un lado para otro con el reloj en la mano pero ¿y la de su casa? En este divertido retrato familiar descubrimos el diario de su esposa, agotada y aburrida de las tareas domésticas y, sin embargo, con la cabeza siempre lista para sus sueños.
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En Mamá adivinia, de Yolanda de Souza (Ekaré), la mamá tiene poderes extraordinarios a ojos de sus hijos, pues siempre siempre encuentra todo lo que buscan y sabe dónde está. Volvemos a la vida humana de verdad. Las ilustraciones de Lucía Uribe son realistas y nos encanta este cuarto infantil tan lleno de detalles.
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Y este libro si que es un interior/único plano, como escribiríamos si estuviéramos con un guión de cine, pues todo pasa en la cocina. Personajes: una madre, su hijo y un padre en segundo plano que desaparece en cuanto ve la intimidad y el divertimiento de los dos. ¡Malacatú! de María Pascual (A Buen Paso) es un hilarante libro sobre el juego verbal e imaginario de dos personajes que se prestan a ello y para el que utilizan desde cacharros de la cocina a palabras ininteligibles pero llenas de sentido.
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Cierro este recorrido (tenía una lista larguísima) con un libro del que se ha hablado, a mi parecer, demasiado poco. Un libro de imágenes preciosistas, de ambientes clásicos con decoraciones que ya quisieran los de la revista AD. Terciopelo. Historia de un ladrón, de Silvana D´Angelo con ilustraciones de Antonio Marinoni (Océano Travesía) es el relato de un sofisticado ladrón que entra en casas ajenas imaginándose las historias de sus habitantes mirando los interiores. En su visita a la casa de Corina, una familia aparentemente feliz, recorrerá con los lectores numerosas estancias tratando de llevar a cabo su robo. Y, como me gusta tanto, van dos imágenes.