Listamanía: Diez libros para lectores exigentes
Nada hay más desolador que escuchar en una librería o en una biblioteca la petición de un libro para lectores que tienen más de ocho años. La oferta de libro álbum es abrumadora pero, ¿qué ocurre cuando se buscan lecturas de aliento? ¿Cuando los lectores buscan libros "gordos" que les duren un buen rato? Aquí la oferta adelgaza en todos los sentidos. Teníamos pendiente desde hacía tiempo esta entrada para hablar de libros que acompañen un proceso lector en crecimiento. El esfuerzo y la energía empleados en aprender a leer y en fortalecer la lectura deberían recompensarse con libros que dejen huella. Y aquí va nuestro listado que no es necesariamente de novedades, pero sí de libros disponibles que vale la pena leer.
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La conquista de los polos, de Jesús Marchamalo con ilustraciones de Agustín Comoto (Nórdica Libros).
Este libro nace del encargo del editor de Nórdica a Marchamalo: una crónica de las expediciones al Polo Norte y al Polo Sur de Nansen, Amundsen y el barco Fram. Lo primero que llama la atención al abrir el libro son las ilustraciones de Comoto. Resulta sorprendente ver cómo la reducida paleta de colores de estos espacios se convierte en escenas llenas de intensidad y vida: gris, azul, blanco, algún marrón, y las sobrias líneas negras de los dibujos. Así que el libro se ojea, hay páginas que se despliegan, rostros que ocupan una página completa, dobles páginas que se leen como un cómic, mapas, objetos de otro mundo, animales exóticos. Y es que, aunque no es tan lejano en el tiempo, a finales del XIX llegar a los polos era un sueño acariciado por exploradores que muchas veces devenía en pesadilla.
Un libro que conecta con clásicos de aventuras, como Moby Dick o las historias de Jack London que Marchamalo seguramente ha leído pues su prosa es delicada, realista, escueta e incluso poética. Se ciñe a los hechos que documenta al detalle todas las peripecias y sitúa a los lectores en otro lugar y otro tiempo. Valga como ejemplo la muerte de Scott que fue conocida un año después de acaecer. Un libro rico en detalles, en vidas de otro tiempo, en aventuras que han acompañado a la humanidad desde el inicio de los tiempos.
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Yo, Leonardo, de Ralph Steadman (traducción de David Paradela), (Libros del Zorro Rojo).
Lo cierto es que este es un libro increíble. Steadman es más que un ilustrador, como lo ha demostrado numerosas veces: sabe escribir, crear libros memorables y, como hace en este caso, ponerse en la piel de un artista. Porque eso es lo que hace en esta monumental biografía: escribe como si fuera Leonardo da Vinci, a quien admira no solo por su obra, sino por su modo de estar en el mundo. No fue un hombre ansioso de gloria, a diferencia de Miguel Ángel, que despreciaba la aparente falta de energía y aspiraciones de aquel. (...) En un alarde de sutil menosprecio, dejaba inacabadas las pinturas que no lo satisfacían o dedicaba períodos exagerados a trabajar en obras que nunca llegaba a entregar, dice Steadman en la introducción. Basándose en toda su obra -tanto escrita como dibujada- Steadman realmente se pone en la piel del artista, escribe como si se hubiera trasladado a otro siglo, con un tono y una manera de contar que nos coloca de inmediato en otro tiempo. El intenso afán por descubrir la naturaleza de cuanto me rodeaba me llevaba a esforzarme hasta extremos que otros habrían considerado innecesarios.
El libro, de gran formato vertical cuya apertura nos brinda una experiencia estética inusual, es un recorrido por la mente de un sorprendente creador, innovador en su tiempo, explorador incansable, curioso hasta el último aliento. Steadman se toma la licencia de escribir en primera persona y de reproducir su obra con su propia estética, sí, pero después de la lectura de este libro queremos leer más, ir a otros libros, deleitarnos con las ilustraciones, correr a internet para buscar la obra original, cerrar los ojos y soñar. Un libro intenso, memorable hasta en las guardas y el tipo de papel. Un libro que es mucho más que una biografía: es una declaración de amor, una obsesión, un homenaje, una manera de estar en el mundo. "Pero me estoy desviando..." (en cuanto leas el libro sabrás de esta frase).
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Cosa de niños, de Peter Bichsel. Ilustraciones de Federico Delicado. Traducción de Víctor Canicio (Los Cuatro Azules).
Quizás porque Bichsel fue hijo de un artesano y trabajó como maestro, este libro de relatos del escritor suizo conecta con la vida cotidiana y la imaginación desbordante de la infancia. Publicado originalmente en 1973 en una edición que incluía ilustraciones de María Comín, Víctor Canicio ha revisado la traducción incorporando fragmentos censurados en la época y Federico Delicado ha entrado con valentía en el texto con unas ilustraciones llenas de guiños, como el retrato de Bichsel y otros escritores de su antojo en algunos cuentos. Bichsel es un maestro en el juego del sinsentido entre la realidad y la imaginación, y sus relatos exploran el extrañamiento a través de personajes que se cuestionan su vida cotidiana. A mí me encanta el de Una mesa es una mesa con el viejo protagonista que dice "ahora van a cambiar las cosas" y llama cuadro a la cama, alfombra a la mesa, despertador a la silla y así un largo etcétera al que se incorporan verbos y acciones de manera que crea un lenguaje nuevo que no le permite comunicarse con nadie más que consigo mismo. ¡Vaya si las cambia!
En este año Rodariano, Bichsel es un buen ejemplo de cómo lo equívoco, el sinsentido, la sorpresa y lo inesperado surgen con las palabras que utilizamos cada día, esta vez para asombrar a los lectores.
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El último dragón y otros cuentos, de Edith Nesbit. Ilustraciones de Rocío Martínez. Traducción de Xesús Fraga. (Nórdica Infantil)
El escritor Gore Vidal escribió en un artículo que Edith Nesbit era, después de Lewis Carroll, una de las mejores fabuladoras en lengua inglesa. Inspiradora de autores como C. S. Lewis, en el siglo XIX en que escribió sus libros, no era frecuente que las historias con niños estuvieran llenas de aventuras, magia y humor. El comienzo de este libro dice así: Esta es la historia de los prodigios que sucedieron la tarde del 11 de septiembre, cuando sus protagonistas hicieron aquello que se les había prohibido. ¿Quién no tiene ganas de seguir leyendo con un inicio así?. Cinco son los cuentos que se incluyen en este volumen llenos de niños y niñas divertidos, irreverentes y con ganas de aventuras. Su habilidad para combinar la vida cotidiana de la época (duramente británica y muy restrictiva para la infancia) con los cuentos de hadas y una prosa llena de diálogos y narradores muy implicados en los cuentos ("esto es algo poco frecuente, incluso cuando eres un rey"), convirtieron sus libros en los favoritos de los niños y niñas. Y todavía hoy, este volumen, lleno de dragones y personajes que dan la vuelta a sus roles, puede serlo de muchos lectores. Rocío Martínez, con sus ilustraciones, ha sido la encargada de crear los ambientes, llenarlos de detalles y dar vida a personajes y animales.
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La isla de Abel, de William Steig. Ilustraciones del autor. Traducción de María Luisa Balseiro (Blackie Books).
El caricaturista americano Steig fue el creador, ya en su vejez, de maravillosos libros infantiles: Silvestre y la piedra mágica, Doctor de Soto o Shrek! , este último llevado a la gran pantalla. Avido lector de Pinocho y amante de la literatura, probablemente por su ascendencia judío-polaca, sus historias entroncan con los cuentos clásicos de viajes, pérdidas, y encerronas morales. A diferencia de sus libros ilustrados, en La isla de Abel opta por un formato narrativo más largo para contar el viaje de Abel, un ratoncillo burgués que se pierde en una isla y debe afrontar solo numerosos peligros para regresar. Los momentos de tristeza y desesperación se combinan con su ingenio para sobrevivir y sus nuevas dotes creativas donde la naturaleza le sirve de gran lienzo. De hecho, en este libro, la naturaleza es un personaje más, no solamente por las hábiles descripciones del autor, sino por la nueva relación que el protagonista establece con ella. Le alimenta, le da cobijo, esperanza y belleza mientras espera aferrado al pañuelo de su esposa, causante de su desgracia.
Son numerosas las similitudes con el Robinson Crusoe de Swift, aunque aquí es todo más bucólico y el ratoncito convierte en una ficción alegórica toda la historia. Un libro que bebe de los mitos de héroes perdidos, de pruebas que modifican a sus protagonistas, de la gran literatura gracias a un rico lenguaje que mantiene atentos a sus lectores.
La lluvia hacía meditar sobre las partes más sombrías, más dolorosas de la vida: las penas ineludibles, los anhelos mudos, los desengaños, los pesares, las tristezas sin esperanza. Daba ocasión también para plantearse interrogantes que uno no se hacía en medio del ajetreo de los días mejores; y si se estaba bien abrigado bajo un techo sólido, como estaba Abel, uno se sentía un poco como protegido por su madre, aunque no hubiera madres a la vista y estuvieran absueltas de responsabilidades.
Y, por supuesto, no falta el final feliz.
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Pippi calzaslargas. Pippi se embarca. Pippi en los mares del sur. Astrid Lindgren. Ilustraciones de Ingrid Vang Nyman. Traducción de Ula Ljungström. (Kókinos)
Quién no conozca y haya leído a estas alturas alguna edición de Pippi, merece la pena comenzar por esta de Kókinos que ha revisado traducciones anteriores e incluye las ediciones originales publicadas en 1945 que le dan un maravilloso toque vintage con sus dos tintas, naranja y negro. Publicar tres volúmenes por separado es también un acierto, pues cada una nos lleva a mundos diferentes. La vida en casa y la escuela en el primero; la excursión que se convierte en una aventuras en el segundo; y el alocado viaje a la isla de Kurrekurredut en el tercero. Tres volúmenes que serán uno solo porque es imposible acabar uno y no continuar la lectura con el siguiente.
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Un indio como tú y yo, de Erna Sassen. Ilustraciones de Martijn von der Linden. Traducción de Gustau Raluy (Takatuka).
El protagonista de esta historia está tan obsesionado por los indios de norteamérica que, cuando llega una niña nueva al cole, piensa que es india. Boaz sueña, juega, decora su habitación y se empapa de la cultura india. Su gran imaginación lo hace tener pocos amigos en la escuela, pero su gran comunicación con su abuela parece resistir la presión de los padres por ser "normal". La fantasía de Boaz con la niña Aisha le lleva a pensar que es de los sioux y esto crea una gran afinidad con ella. Sin embargo, en un mundo donde los adultos toman decisiones que afectan a los niños, los protagonistas deberán aprender a vivir con ellas. Una prosa sencilla para una historia en la que las esquemáticas ilustraciones de von der Linden se mezclan con los textos como si estuviera incluyéndonos a todos en la cabeza de Boaz.
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Antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters. Ilustraciones de Beatriz Martín Vidal. Traducción de Carmen G. Aragón (Thule).
Algo de poesía también está bien. Aunque hay varias ediciones de esta "antología", es la primera vez que una editorial con catálogo infantil la pone en manos de lectores. Y tiene mucho para gustar. Lee Masters la publicó en Estados Unidos en 1915 y, desde entonces, es uno de los clásicos más leídos y reconocidos en el país. Al autor no parecía interesarle demasiado contar una historia de principio a fin, así que inventó este país imaginado (más bien pueblo) llamado Spoon River para contarnos, a través de los escritos en las lápidas de sus muertos, las historias de vidas. "Si el tren de excursión a Peoria / solo hubiera descarrilado, podría haberme salvado,,," comienza la lápida de Barney Hainsfeather. "Te aborrecía, Spoon River. Quise elevarme sobre ti", dice la de Archibald Higbie. La de Hamilton Greene se inicia de esta manera: "Fui el único hijo de Frances Harris de Virginia / y Thomas Greene de Kentucky, / ambos de sangre valiente y honorable". Así siguen doscientos pequeños retratos que conforman una historia dentro de la gran historia: la de hombres y mujeres sin épica, muchas veces enfrentados a su destino, muchas veces perdiendo ante él. En estos pequeños relatos poéticos encontramos cierto lirismo, ternura y sarcasmo. Dando la voz a estas personas, cada una de las cuales expone su vida al mundo. Un libro que se puede abrir por cualquier página y que incluye un apéndice con los poemas en inglés,
La dificultad de ilustrar este volumen, la resuelve Beatriz Martín Vidal con escenas a doble página en blanco y negro que dan rostro y cuerpo a algunos de estos fantasmas.
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Los imaginarios de A.F. Harrold. Ilustraciones de Emily Gravett. Traducción de Gemma Rovira (Blackie Books). Tenía pendiente desde hacía mucho hablar de este libro y ya ha llegado el momento. En mi casa decían "nunca es tarde si la dicha es buena". Y aquí la dicha es muy grande. La protagonista de esta historia, Amanda, tiene un amigo muy amigo, Rudger que... no existe. Rudger ha aparecido en un armario y es la compañía ideal para una niña con tanta imaginación como Amanda. Pero un día Amanda tiene un accidente y desaparece. Rudger, sin alguien que lo imagine, empieza a desaparecer. Y así comienza la aventura de volver a encontrar a Amanda mediente personas que lo imaginan durante un rato. Además está el señor Bunting, un extraño personaje que se alimenta de amigos imaginarios y que complicará, como tiene que ser, la aventura. Como buen británico, Harrold ha creado personajes con los que resulta muy fácil identificarse, desde los niños hasta la madre de Amanda que, secretamente, se siente cercana a ese mundo lleno de imaginación de su hija. Una edición, además, muy cuidada en todos los sentidos con su tapa dura y las ilustraciones de Gravett.
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La última de nuestras recomendaciones es la Autobiografía de Charles Darwin, en una edición con ilustraciones de Iban Barrenetxea y traducción de Íñigo Jáuregui (Nórdica). Confieso que me encantan los libros de memorias y biografías, historias de vidas singulares o que nos permiten reconocer lo excepcional de ciertas personas. Cuando Darwin ya era un sesentón, se puso a escribir para sus hijos y nietos los recuerdos de su vida. A un primer manuscrito llegó otro donde fue añadiendo, según recordaba, nuevas cosas. Estos recuerdos, no solamente tratan de algunos momentos especiales, sino del desarrollo de la mente y carácter de un ilustre científico que, con una prosa sencilla y, como dice él, sin preocuparse por cuestiones de estilo, va contando su historia familiar, algunos de sus viajes, sus dificultades y felicidades como científico, y las circunstancias en que surgieron sus libros. Una edición que me parece atractiva, tanto para adultos como lectores que tienen ganas de cosas "serias". Un libro para disfrutar en familia.
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