Listamanía: 5 libros para mediadores
En nuestro trabajo como mediadores o promotores, o simples intermediarios entre libros y destinatarios, leer a colegas es tanto o más importante como tener ideas propias. Las ideas de los demás, sus experiencias y reflexiones, alimentan las nuestras, las modifican, nos dan nuevas perspectivas, nos sitúan en un mundo común. Todos somos autodidactas. Y por eso me gusta leer y recomendar libros de teoría. Los cinco libros de los que hablo aquí están lleno de ideas, los he subrayado, en algún caso he disentido y la mayoría me han reafirmado en muchas cuestiones de las que se habla tanto hoy en día.
El primero de los libros que recomiendo se ha publicado en Chile por la editorial Metales Pesados (pero se encuentra en cualquier librería española). Macarena García González ha escrito un libro titulado Enseñando a sentir.Repertorios éticos en la ficción infantil,y diría que es único en su género. La tensión entre lo pedagógico y lo artístico, la supuesta capacidad de la literatura para ponernos en los zapatos de los demás (lo que ella llama la imaginación moral), o la consigna de que leer facilita la convivencia democrática, son algunos de los supuestos que Macarena analiza en este volumen para poner de relieve cómo nuestros deseos, inquietudes, o necesidades de adultos se trasladan al ejercicio de la mediación. El primer capítulo lo subrayé a rabiar: la idea de que el libro-álbum es perfecto para la alfabetización socio-emocional, el utilitarismo en las recomendaciones (los libros “para”), el uso y abuso de “temas conflictivos” como por ejemplo libros que abordan el tema de la muerte, o los numerosos libros para educar emocionalmente con sus falsas promesas de felicidad. En esta misma línea se sitúa el segundo capítulo donde analiza la película de PixarIntensa-mente.Interesante es el capítulo dedicado a llevar algunos libros a escuelas chilenas para registrar reacciones. La primera de ellas, profesoras que no estaban de acuerdo con presentar determinados libros “estos textos tristes que traen ustedes”. Como siempre, observar las respuestas de los niños y niñas a determinados libros para los que los mediadores se han hecho una idea de ellos, es sorprendente. La investigadora también toca temas de actualidad como las migraciones (“la migración en la literatura infantil aparece ante todo como una narrativa de hospitalidad”), los libros que abordan la dictadura chilena, o libros como La islade Armin Greder como ejemplo de narrativa complicada por su falta de esperanza. En una sesión, un niño de once años dijo: “¡Por fin un libro que termina mal!”. También, cómo no, las narrativas actuales supuestamente feministas de las que concluye que pertenecen a un “feminismo liberal, excluyente”.
Es este un libro muy recomendable con un discurso que toma sus citas de la antropología, la sociología, la filosofía y se distancia de los típicos estudios de literatura infantil y juvenil para mezclar teoría, práctica, reflexión, alerta, esperanza, inquietud y sabiduría para temas que están en la agenda de los mediadores que muchas veces instrumentalizan los libros y los convierten en manuales con buenas promesas de futuro.
Complemento de ese valioso trabajo es el del profesor y escritor Juan Kruz Igerabide, Del pecho a la palabra. Infancia de canto y cuento publicado por Pantalia. Si el libro anterior era el trabajo de 6 años, este puede decirse que es el de 30, que son los que el autor lleva trabajando con niños, pensando en la literatura infantil y escribiendo sobre un mundo que se va perdiendo poco a poco: el simbólico, el de las tradiciones orales, el de lo poético. Me siento muy cercana al discurso de Juan, quizás porque también llevo casi 30 años en esto y hemos compartido lecturas y maneras de ver la literatura, así como una bibliografía que me ha dado mucha alegría refrescar. Al autor le preocupa el rechazo a los cuentos de hadas con toda su sabiduría milenaria, el desastre de sus adaptaciones, el misterio de la vida que encierran y una forma de habitar el mundo. A este asunto le dedica el primer bloque de textos. Extraigo un breve párrafo: “Las pedagogías <positivistas> siguen predicando a los cuatro vientos que hay que confrontar al niño con la realidad <tal cual es>, denunciando el efecto opresor de las visiones alienadas y retrógradas de los cuentos tradicionales. Actualmente aceptan, eso sí, que el ser humano debe experimentar placer y debe <trabajar> sus emociones; así que, mediante la tecnología -audiovisual o psicológica-, se procede a aislar los elementos de placer, como en un laboratorio, y a ofrecer productos bien dosificados para el consumo de la imaginación infantil”. La segunda parte está dedicada a la oralidad y la importancia de los mitos en la adolescencia, para entrar en la tercera parte con una alabanza de la poesía. Son capítulos extensos que nos muestran también una forma de interpretar estos hechos literarios, una nueva manera de leerlos desde sus formas artísticas y estéticas. La última parte es un diálogo con la literatura infantil, una serie de preguntas concernientes a la mediación y sus implicaciones (censura, visión de la infancia, juego, o la importancia de la fantasía). Es este un libro de madurez, una especie de memoria vinculada a la literatura infantil, un libro recorrido por una bibliografía exquisita, una actualización y revisión de muchos libros, un testimonio también de un mundo que es necesario rescatar: el de los mediadores que creen en la palabra y la literatura como una cultura ancestral que se actualiza y modifica sin perder sus raíces.
Una maravillosa noticia es la reedición del clásico de Paul Hazard Los libros, los niños y los hombres por la editorial colombiana Babel. Publicada en 1932 se antoja una lectura muy moderna que en España pudimos leer cuando Juventud la tradujo. Al igual que recomendamos clásicos de lij también es importante leer clásicos teóricos pues nos muestran cómo la literatura infantil ha sido analizada o ignorada (Silvia Castrillón cuenta en el prólogo que este libro no aparece en las biografías del autor disponibles en internet). Y, sin embargo, este libro fue alimento de muchos pensadores que le sucedieron en esto de observar lo que se hace para niños. Ahora que se mira tanto lo social en lo literario, esta obra plantea una interesante sociología del libro y la lectura. Dicen algunos de sus capítulos: Es necesario habituar a los niños a considerar el libro como algo inseparable de su vida. O este otro: En donde los adultos han oprimido a los niños durante mucho tiempo. No ignora Hazard cuestiones relativas a las naciones y sus libros nacionales para niños: Pinocho, Robinson, los cuentos de Andersen pero también obras de la gran literatura que estuvieron a su alcance ¿de qué manera han configurado un imaginario común? El “ayer” de Hazard es casi nuestra prehistoria, pero nos sigue dando buenas reflexiones. Muchos de los libros sobre los que habla me temo que ya no figuran en las listas de libros recomendados para niños, y los ensayos que aquí los rescatan son una buena motivación para ponerlos sobre la mesa y leerlos.
Nuestro cuarto libro cambia de rumbo esta nota. El escritor Gonzalo Moure ha publicado en Kalandraka el libro Por qué llora la maestra. Carta larga para ti, que quieres escribir. Sin ser un manual de escritura y con un formato de miscelánea, el autor quiere compartir algunas de las claves de la escritura que han estado presentes en su obra a lo largo de muchos años. Ocurre de vez en cuando que un exitoso autor de literatura infantil publica sus consejos (lo tuvimos ya con Jordi Sierra i Fabra). En este caso, para Moure lo importante no es el qué sino el cómo y, sobre todo, el “de dónde” salen las historias. Lo que él llama el “escrivive”: las historias vienen de algo muy propio, de una emoción, de una experiencia vital de la que no podemos sustraernos. Las ideas de escritura, redacción y ortografía están apoyadas con muchos ejemplos que provienen de sus encuentros escolares y, seguramente, de los manuscritos que escritores en ciernes le mandan. El prólogo de Carlo Frabetti y el epílogo de Mónica Rodríguez arropan este volumen que pretende ser un ars poética de Moure quien indica que no lo escribió para enseñar sino para compartir lo que aprendió.
El último volumen podríamos decir que es un panfleto, pero tan jugoso que nos da ganas de ponernos en acción de inmediato. La editora colombiana Margarita Valencia ha publicado Taller de edición comunitaria. Metodología (Mincultura)ñ Un manual que se basa en experiencias de creación en comunidades alejadas de lo escrito y con las que se pretende distribuir de manera horizontal la creación y difusión. Como dice al principio citando a Doris Lessing, nuestro sistema educativo nos enseña a buscar nuestras opiniones y nuestra voz en las figuras de la autoridad, dejando a un lado el “nosotros mismos”. La pobreza del aprendizaje, el “estrangulamiento de la creatividad” y la oportunidad con este taller de ignorar la prescripción proveniente de la industria editorial, ponen en un primer plano la creación individual, su impresión y distribución pensando en el resto de la gente de una comunidad concreta. Hay unas cuantas cosas interesantes que plantea esta metodología, entre ellas, reconstruir la idea de audiencia y de lector, y también la idea de la narración literaria como una forma de comunicación. El manual incluye, además de una detallada información sobre las bases (Freire está muy presente); una descripción general: cómo convocar, cómo debe ser el espacio, la duración y los materiales; y de qué manera funciona el proceso de un taller que dura como máximo dos días y medio. Una de las bases es acompañar a los participantes en el camino de recuperar su voz y su capacidad, pero también ser capaces de corregir, revisar y reproducir y difundir. La bibliografía es muy jugosa, así como también la idea que sustenta todo y es la importancia de que estudiantes y maestros compartan un camino creativo.
¡Felices lecturas!