El regreso del sexismo y los libros infantiles
Pensábamos que los movimientos feministas de los años 70 (los 80 en España), los artículos de advertencia sobre cómo seleccionar libros para niños y niñas que tuvieran muy en cuenta los roles femeninos, que la publicación de la serie de Adela Turín A favor de las niñas y que artículos como los de Felicidad Orquín La madrastra pedagógica inaugurando en el año 1988 la revista CLIJ bastarían con alimentar a las sucesivas generaciones. La creación, en 1994, de la asociación Du Côté des Filles venía a reforzar esta idea. Mujeres en la política y la empresa, hombres luchando por sus derechos de baja laboral por paternidad, etc. Pero parece que en algún punto se pararon las reflexiones. Respecto a los libros infantiles es muy escaso el número de artículos -según una consulta a los catálogos de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez- publicados desde el año 2002. Es cierto que la discusión feminista-radical se agotó pronto: eso de mirar con lupa los cuentos clásicos, o proponer modelos femeninos "chicazos" (Ana banana y yo de Leonore Bleguad) o chicos amantes de lo femenino (Oliver Button es un nena de Tomie de Paola) llevaron a un callejón sin salida, pero mientras tanto hemos sido invadidos por una legión de muñecas, tal y como analiza muy certeramente Natasha Walter en su libro Muñecas vivientes. El regreso del sexismo.
Basta darse una vuelta por la sección infantil de una gran librería para ver la cantidad de libros y colecciones sobre princesas, hadas y niñas bailarinas, que parecen salidas de una misma fábrica. Mucho color rosa, purpurina, brillos, y modelos femeninos que parecen muñecas y que nos recuerdan la invasión de porno soft presente en todas las áreas de la sociedad moderna (anuncios, internet, cine, revistas femeninas, música).
Al abrir uno de estos libros encontramos argumentos repetitivos, modelos muy estereotipados y una gran obsesión por el aspecto físico que lleva a las niñas pequeñas estar muy preocupadas por su apariencia y su potencial sexual. Ha vuelto la mujer romántica que seduce por sus encantos. La mayoría del mensaje cultural que reciben las niñas tiene que ver con la idea de la "transformación", que se traduce en el futuro en un: ¡haz dieta, tiñe tu pelo, retoca con cirugía!¡No dejes de demostrar tu poder sexual! Y no te preocupes, que el niño-macho ya se encargará de lo demás con sus super poderes.
Una de las críticas que Natasha Walter hace en su interesante libro (más centrado en la mujer adulta como objeto sexual) es la gran abundancia de teorías biológicas y genéticas sobre las diferencias entre hombres y mujeres. A pesar de lo cierto de estos estudios Walter indica que su aceptación masiva sin discusión está alimentando la idea de que las diferencias sociales provienen de que simplemente así son las cosas. ¿Que la mujer gana menos dinero que el hombre?¿Que el hombre tiene más poder? ¿Que las tareas domésticas no están bien distribuidas? La ciencia tiene la respuesta.
¿Y qué pasa entonces con la educación, con los condicionamientos sociales y culturales? ¿Hay que tirar la toalla? ¿Tenemos que dejar que toda esta gran cantidad de rosa y purpurina, de feminidad exagerada proveniente de una potente industria comercial (y sexual) tome las decisiones en nuestro lugar? ¿Queremos reducir hasta ese punto la libertad de las mujeres encajándolas en estereotipos inamovibles? ¿O podemos proporcionar a los niños las herramientas necesarias para cuestionar la cultura que les rodea?