El "momento rosa" de la literatura infantil
Tengo una amiga que, durante una época, mencionaba de vez en cuando el "momento rosa". Interpretando con cuidado lo que quería decir, llegué a la conclusión de que siempre se refería a un momento de gran exaltación sentimental (en ocasiones, bastante cursi) y referido únicamente a sus propios sentimientos. Me viene ahora esta anécdota cuando miro despacio el panorama editorial producido para niños. Lo del color rosa, claro, se refiere a esa especie de asignación de este color al gusto de las niñas, y todos los derivados del mismo, que suele comenzar cuando las madres visten a sus bebés niñas con ese color y continúa con los trajes de princesas y demás adornos en los que este color está incluido.
Me dicen: "es que las niñas se sienten atraídas por ese color". Sobre este punto ya escribí en este blog la entrada: De eso (sexo) no se habla y continúo pensando que la formación cultural debería influir más que la tendencia biológica. Pero ¿de que formación cultural estamos hablando? Nuestro "momento rosa" incluye algo más que un simple color pantone. Incluye toda una gama de exaltación sentimental como le gustaba a mi amiga, que refuerza, de forma disimulada y alentada por el mercado editorial, un patrón de consumo. Basta mirar culturas no atosigadas por el consumismo para detectar fácilmente que el rosa apenas aparece.
Los editores de libros para niños lo saben bien: el rosa vende más. Quién sabe si es porque los niños van a las librerías acompañados de sus madres, o porque el público más lector suelen ser niñas y el rosa es un anzuelo fácil.
En este artículo (en inglés) la escritora Jacqueline Wilson se queja de la insistencia de los editores en poner rosa en las cubiertas de sus libros pues, según los de márketing, "vende más". No solo eso expulsa a los chicos de sus libros sino que la plaga de rosa que hay en estos momentos debe estar afectando incluso al cerebro reforzando estereotipos, además de "endulzar" los temas comprometidos sobre los que escribe.
Pienso, por ejemplo, en la gran cantidad de cubiertas con ese color, incluso en libros que se presentan como anti-rosa:
¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa?, de Raquel Díaz Reguera; o Las princesas también se tiran pedos, de Ilan Brennan, o incluso en editoriales nuevas, como Lata de Sal que, a pesar de la juventud de sus editores, han elegido el rosa como buque insignia tanto en su editorial como en la mayoría de sus libros y que puede verse nada más abrir el enlace a su página web.
También las grandes editoriales sucumben a este impulso comercial, estoy pensando en la colección El club de las princesas, de la editorial Anaya: ¿Hay alguien que no se quede horrorizado con esta cubierta del libro (y toda la colección): La princesa Charlotte y la rosa encantada? Es cierto, es cierto, en esa serie hay incluso princesas de color negro, lo que debe tranquilizar a todos aquellos amantes de lo multicultural...
A veces pienso que el esfuerzo que realizan maestros, educadores y padres para evitar caer en estereotipos resulta una batalla perdida en cuanto se entra en una librería general, en una tienda de juguetes para niños, o en un supermercado donde la consigna es: el rosa es suave, femenino y dulce (y vende más).
Y a tí, ¿qué te parece? ¿Abrimos un debate sobre el tema y nos cuentas tu "momento rosa"?