Cuando los "grandes" como Vargas Llosa, Pérez-Reverte, Marías, Vila-Matas, etc. escriben para los "pequeños": gracias pero mejor no.
Hace un par de años la editorial Alfaguara comenzó una serie titulada "Mi Primer..." a la que supuestamente invitó a escritores de sus filas, a los "grandes", a escribir para niños. Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte, Mario Vargas Llosa, Almudena Grandes, Eduardo Mendoza, Enrique Vila-Matas, Luis Mateo Díaz y Juan Marsé. Algunos -nunca sabremos quiénes para darles las gracias-, tal vez se negaron. Otros, sin duda muy presionados (o no) y sin haber leído en su vida adulta un solo libro para niños, se lanzaron a la aventura. La consigna debió ser: escribir para los hijos, sobrinos y primos de tus lectores. Si hace un par de años no dijimos nada (la colección pasó sin pena ni gloria), desde hace algunas semanas el diario El País está vendiendo con un precio especial esta serie para que sus lectores den alguna lectura a sus hijos, sobrinos, primos. Ya conocemos el interés de El País por fomentar la lectura para niños (es decir, sus futuros lectores): apenas reseñas en sus espacios culturales, prácticamente nada en el suplemento de libros. Es decir, nulo. Pero no solo eso: cuando saca alguna colección infantil acompañando el diario de los domingos, ha demostrado que el nivel cultural que tiene cuando piensa en primeros lectores está por debajo de la media. En el 2008 publicó una espantosa colección titulada Mis Primeros Clásicos con penosas adaptaciones que recibió bastantes críticas, como la carta colectiva que elaboraron numerosos especialistas y que yo suscribí, donde nos sorprendíamos de que "Por el mismo precio de la simplificación literaria obtenemos también una aberración en la ilustración". No sabemos si tomaron nota, pero para la colección que ofrecen ahora han elegido un producto "de la casa".
Yo tengo un par de dudas. Una es qué significa exactamente lo de mi primer, ¿mi primer autor grande? (Yo, personalmente, viendo el nivel de niños en que piensan estos grandes, diría que se trata, sencillamente, de "Mi primer... libro" pues solo un niño que no haya leído nada de lo que se publica hoy en día puede sentirse interpelado).
La siguiente duda es más sobre la conciencia de estos "grandes": ya concedieron el sí a escribir el texto, probablemente dijeron que sí a las correcciones porque no tenían ni idea de por dónde tirar, ya se publicó y ya se olvidó. ¿Qué deben sentir los autores ahora que han vuelto a sacar los ejemplares del almacén al verlos cada domingo junto a su periódico? (porque todos, todos los autores lo son también del periódico).
Pero vamos a hablar mejor de la colección.
Para los lectores que no la conocen, la presentamos con una frase de la contracubierta:
Almudena Grandes: ¡Adiós, Martínez! Casilda no es feliz en el colegio. Pero encontrará un amigo muy especial con quien compartirlo todo.
Enrique Vila-Matas: Niña. La pequeña y asustadiza Niña te descubrirá el gran misterio del alfabeto mientras cruza los océanos navegando en un barco pirata.
Eduardo Mendoza: El camino del cole. Descubrirás el maravilloso poder de la imaginación, conocerás sorprendentes personajes y, camino del cole, vivirás una aventura inolvidable.
Arturo Pérez-Reverte: El pequeño Hoplita Descubrirás la historia de la famosa batalla de las Termópilas, con un niño como testigo de los acontecimientos.
Luis Mateo Díez: El niño de plata. Conocerás al Niño de Plata, un ser fantástico venido de muy lejos y cuyo platillo volante ha ido a caer en el jardín de los pequeños Tino y Pina.
Mario Vargas Llosa: Fonchito y la luna Podrás vivir con el pequeño Fonchito las emociones del primer amor
Javier Marías: Ven a buscarme. Encontrarás un misterio enterrado en el bosque, que tal vez conduzca hasta el primer amor
Juan Marsé: El detective Lucas Borsalino. Descubrirás cómo el pequeño Lucas se convierte en detective gracias al poder de la imaginación
Lo que se observa en todos estos grandes autores es que tratan a la infancia con mucha condescendencia y desde muchos tópicos que la litearatura infantil ya ha superado (sus editores deberían haberles regalado, antes de pedirles nada, un ejemplar de Matilda de Roald Dahl).
La mayoría de los nombres son diminutivos; los temas, historias escolares, aventuras en el pueblo durante las vacaciones de verano, marcianos caídos en el jardín (E.T. lo contó mejor), asuntos donde no hay nada que resolver o, si lo hay, lo hace un adulto, e historias donde el móvil es el amor (o un beso).
Por ejemplo, en la historia de Vargas Llosa, Fonchito, el protagonista, tiene muchas ganas de besar las mejillas de Nereida, y esa niña le dice que sí... "si me bajas la luna y me la regalas". ¡Esta niña! ¿de dónde ha salido? Probablablemente, como aclara el narrador, de un papá que va a al club con sus amigos y una mamá que juega al bridge con sus amigas. La cosa es que Fonchito acepta y se las ingenia para darle a Nereida el reflejo de la luna en un balde como su petición. La niña accede al engaño y se deja besar. ¿O no es un engaño? ¡Es que los niños seguro que son así! Habrá pensado el premio Nobel. Esto es lo que la editorial dice que son "las emociones del primer amor".
También de amor es la historia de Javier Marías (¿será que están viejitos ya?), pero esta vez el ambiente es durante las vacaciones escolares. En Ven a buscarme, Héctor y su hermana Marina visitan a la abuela que vive, justo al lado de un bosque. La abuela les ha prohibido atravesarlo pero Héctor es valiente y se mete en el bosque.
Allí encuentra una caja de galletas con una carta y una foto antigua de una niña que dice: "Mis padres se me llevaron a la ciudad y yo no quiero irme". Pide a quien lo lea que la busque y le manda un beso. Para Héctor es el primer beso y eso hace que hable con su abuela sobre su descubrimiento. ¡Ah! La abuela sabe quién es y les lleva a resolver el misterio, pues es Celia, una mujer que curiosamente está en el pueblo de vacaciones también y tiene una hija, Cecilia, que es igual. Héctor, finalmente se consuela: "Pensó que le gustaría que Cecilia se fuese a la ciudad donde vivía él. Porque si se quedaba con su madre en el pueblo, él tardaría todo un año en volverla a ver".
Voy a comentar dos más. El de Eduardo Mendoza, El camino del cole, cuyo título no seduce nada. (pero ¿quién escribe hoy en día sobre un niño que va al cole?). Por ser Mendoza quien es le damos una buena lectura.
Y, en fín, es una niña, Inés, que tiene 8 años y va al cole sola por primera vez (¡pero qué manía con el cole!). Como el camino es muy aburrido se va inventando personajes por donde pasa y ve cosas normales. Al panadero lo convierte en un cantante de rock, el repartidor del super es un fotógrafo, ni más ni menos, que de moda, el farmacéutico es la reina de la calabaza de cristal (sea lo que sea esto) y, en fin, a un portero lo transforma en un ... ¡bandido mexicano!. Al regresar les va devolviendo la identidad pero el portero le dice que, por favor, que le deje como bandido: "si pudiera ser un terrible bandido mexicano seguramente me divertiría más". Inés le deja como bandido y se sonríen cada vez que se encuentran porque solo ellos conocen el secreto del terrible bandido.
El último es el mejor. Luis Mateo Díez, con su cuento El niño de plata, ¡se atreve con los marcianos!. Y es que un niño como "de plata" ha caído al jardín de Tino y Pina. Como los niños hoy en día son muy listos (o los nietos de Mateo Díez, quién sabe), "Tino supo enseguida que era un platillo volante y el niño un extraterrestre". Como el narrador va diciendo que todos son hermanos y que no tengan miedo, Tino y Pina se acercan al misterioso niño, a su nave y, cuando están a punto de intercambiar algo, los mandos de la nave vuelven a tener conexión y se va. Lo que los niños aprenden es que "los padres y los hijos son iguales en todos los planetas". Gran aventura y mejor lección.
Después de leer estos cuatro títulos, no me quedó paciencia ni tiempo ni ganas de seguir leyendo a los otros y lamento que estén en este mismo paquete. Pero sospecho que no hay sorpresas, sobre todo cuando Vila-Matas declara en El País que se inspiró en los recuerdos de su padre de 92 años, y cuando descubrimos que el que ha animado a todos a escribir en esta colección ha sido Arturo Pérez-Reverte.
En la historia de la literatura infantil ha habido muchos "grandes" que han escrito para "pequeños": Carroll, Peter Bichsel, Peter Härtling, Roald Dahl, Julian Barnes, Italo Calvino, Isaac Bashevis Singer, Salman Rushdie o Ian McEwan por citar algunos que, con sus aportaciones, han enriquecido el panorama de la literatura infantil, han ayudado a crear lectores y han facilitado el trabajo de los miles de mediadores de lectura que cada día tratamos de encontrar lecturas dignas para los niños. El trabajo de estos escritores vuelve a decirnos que la literatura para niños es una cosa "menor", un cuentito para pasar el rato, algo que les saca de su rutina de escritores y que les permite revivir una sosa infancia. Bashevis Singer, en su inolvidable texto ¿Son los niños los mejores críticos literarios? decía que, cuando se sienta a escribir, primero tiene que tener un tema o un asunto real, después tiene que tener un fuerte deseo por escribir una historia y, por último, debe tener la convicción de ser el único capaz de escribir esa historia en particular. Y dice: "Tiene que ser mi historia. Deberá expresar mi individualidad, mi carácter, mi manera de ver el mundo. Si estas tres condiciones están presentes, escribiré un cuento. Y es lo mismo si escribo para niños o para adultos". Habría que preguntarles a todos estos autores que tienen la pretensión darles a los niños el primer libro de su obra, si han sentido con estas historias lo que suelen sentir cuando escriben para adultos y si, por muchos premios que tengan, no les ha parecido, de verdad, que este cuento era "menor".
P.S. Añadimos los valiosos links que nos aporta un lector o lectora sobre Muñoz Molina y su desvinculación de este proyecto, que puedes leer aquí y otro a propósito de una adaptación del Quijote para niños donde no podemos estar más de acuerdo con todo lo que dice, como por ejemplo: "los editores de literatura infantil y juvenil y los teóricos de la educación consideran que la infancia es un estado de idiotez aún más profunda, capaz tan sólo de recibir los mensajes más simples, de una felicidad digestiva y babosa que no merece ser enturbiada por ningún esfuerzo, pero que debe recibir de los libros el más completo adoctrinamiento."