Cómo se piensa un libro informativo para niños. Así fue el encuentro con creadores en Buenos Aires el 6/5
Cuando organizamos este encuentro a petición de las editoriales argentinas Pequeño Editor y Limonero, ellos me dijeron que haríamos una “clínica”. Como esta palabra no se usa en muchos lugares, les pedí que me explicaran. “Una clínica es una especie de taller muy personalizado donde un especialista revisa proyectos concretos o da atención personalizada a un grupo pequeño de gente sobre un tema. Por ejemplo, un músico puede hacer una clínica para ayudar en la técnica o en la interpretación, un especialista, en orientar sobre un proyecto en particular”. Hicimos entonces la convocatoria y, para nuestra sorpresa, el grupo fue más grande de lo previsto. Dado que es un género nuevo decidimos ampliar el cupo pues en estos casos las ideas compartidas suelen ser tanto o más valiosas que mi propia opinión. 18 personas nos reunimos en el precioso lugar de la nueva editorial Limonero en Buenos Aires. Comenzamos a las 18.
El grupo fue maravillosamente variado: científicos, escritores, diseñadores, ilustradores, una editora, bibliotecarios y especialistas. Todos los que orbitan alrededor de un libro para niños estaban allí. Un lujo. Comencé preguntando si alguien traía ya un proyecto en marcha. Nadie. Apenas ideas.
La primera parte de la sesión fue destinada a pensar de qué hablamos cuando hablamos de un libro informativo. Puse imágenes para ver nuestras ideas previas en las que todos coincidíamos. Y hablé de los “nuevos” libros informativos. Esos que se han visto en la Feria del Libro de Bolonia (y han sido premiados), esos otros que parece que no pero que sí son, algunos que se han realizado en Argentina, otros de otros lugares. Las nuevas tendencias, el diseño. Esta primera parte fue sorprendente para algunos: libros con mucho humor, creatividad, imaginación, con recursos y enfoques sugerentes. Libros en los que el tema se abordaba de manera transversal relacionando muchas materias. Hablamos entonces de los temas y cómo entrar en ellos.
inspiradoras vistas de Limonero
Enseguida comenzaron las preguntas: ¿se puede usar la ficción? ¿Cómo se organiza la información? ¿Cuál es el proceso para documentarse? ¿Cómo encontrar el tono? Muchas se aclararon y generaron sugerentes discusiones.
Les pregunté entonces si querían compartir con los demás las ideas que llevaban para hacer sus libros y si se animaban a desarrollarlas en pequeños grupos. Por respeto a esas ideas –todavía incipientes- no las revelaré aquí, pero quiero agradecer la generosidad para usarlas con los demás. Aparecieron cuatro ideas. Se sentaron en pequeños grupos. Discutieron casi una hora completa. Nadie se movía de sus sillas. Les pedí que pensaran en un título (habíamos visto y hablado de los títulos de los libros informativos como una promesa de lo que habría dentro, como el primer pacto que van a establecer con sus lectores), y un índice. El índice (ya hablaré de esto en otra entrada) permite tomar decisiones de cómo va a ser el libro, cuántas páginas, qué contenidos, cuánto ponemos (y cuánto quitamos de nuestra investigación), si va a ser un libro de lectura continuada o con capítulos.
Les pedí, por último (¡más no podía pedir!) que trataran de imaginar un formato y un poquito de la parte gráfica. Pero más que imaginar, les sugerí que miráramos la maleta completa de libros que había llevado para buscar alguno que se ajustara a su idea. ¿Por qué no usar, para comenzar, un formato ya explorado?
El tiempo pasó rapidísimo, la puesta en común desveló cuestiones como: la necesidad de documentarse mucho, de saber elegir, de pensar que el libro que vamos a hacer es para niños y no para nosotros, es decir, de encontrar una grieta para entrar en el tema, de aterrizar a la mirada e intereses de los niños, de los retos que supone, pero también –y los lápices anotaban con avidez- de la emoción del trabajo previo (una fase maravillosa: la de tomar decisiones sobre nuestro libro).
La terraza que casi no se usó
Volvieron a llover preguntas: ¿Cómo saber la edad?, ¿Cómo presentarse ante una editorial?, ¿Cómo enfocar un tema difícil?, ¿En qué punto dejar de leer y acumular información?, ¿Cómo determinar la cantidad de texto en cada página?...
Creo que la mayoría de las preguntas se contestaron. A las 22:30 todavía seguíamos sentados, algunos necesitaban irse, y cerramos entonces la “clínica” con una explosión de ideas, entusiasmo, ganas de trabajar y continuar. Faltó mucho: por ejemplo cómo escribir, cómo pensar las imágenes que acompañarán el libro, cómo organizar el libro internamente. Nos prometimos un futuro encuentro. Los asistentes se llevaron, además, cinco artículos fotocopiados (entre ellos uno maneras de organizar la información, y otro con consejos para escribir no ficción para niños) que espero sean bien aprovechados.
¡El grupo echando humo!
Quiero agradecer aquí al grupo, maravilloso y lleno de ganas de trabajar, y a los editores de Pequeño Editor y su programa de Gestión Cultural, así como a los editores de Limonero, esta oportunidad de abrir nuevas sendas en el trabajo de libros para niños.
Habrá que volver y, si no, habrá que seguir.